La incomunicación en las Svalbard ha supuesto que me enterara con bastantes días de retraso del fallecimiento de Dennis Hopper. No sé si fue un gran actor o un gran director o todo lo contrario, pero sí que ha sido alguien especial en el mundo del cine. Centrándonos en los aspectos cinematográficos, para mi fue (además de un secundario en más películas de las que podemos imaginar) el inquietante amigo americano, el ligeramente perturbado fotógrafo de Apocalypse Now y, sobre todo, Billy en Easy Rider.
Easy Rider (Buscando mi destino en su titulo español) fue una de esas películas que, al retratar diversos grupos de la sociedad estadounidenses de finales de los años 60, nos enseñó que había muchas formas diferentes de vivir. Y que podíamos elegir nuestro destino. No era una cuestión de querer ser como ellos, de trapichear droga, sino de buscar alguna alternativa al inmovilismo, a los prejuicios y a la cortedad de miras.
Claro que todo ello tiene sus riesgos.
El otro día fui a la biblioteca a ver si encontraba el dvd, y como no lo tenían lo he comprado. Hacía muchos años que no la veía, y en muchos aspectos fue como verla por primera vez. Con la excusa de ir al carnaval de Nueva Orleans Billy y Wyatt (dos nombres sacados de los westerns clásicos) recorren las carreteras secundarias de Estados Unidos a través de la cara oculta de un país. Un viaje por una tierra pero también por la mente, como los buenos viajes. De vez en cuando hay algunos diálogos memorables, como éste sobre la libertad y que he encontrado en YouTube. Hay un momento en que te das cuenta de que todo va a acabar como el rosario de la aurora, pero parece que no hay otro final posible.
Por un lado, Gregory Peck pasea por Roma con Audrey Hepburn agarrada a su cintura, por el otro, Dennis Hopper recorre las carreteras del Oeste con Peter Fonda. ¿Qué es mejor, ir con una chica por Roma o con un amigo por el Oeste? ¿Tengo que elegir? ¿No me puedo quedar con las dos opciones? Cada uno que elija, cada uno que busque su destino. Pero que lo busque.