Los barcos como el Fram tienen dos capitanes, que se turnan -uno a bordo, otro descansando- de modo que la nave siempre esté de servicio. No fue raro encontrar, por tanto, en el viaje a Svadbard al mismo capitán que en el viaje a la Antártida. También coincidí con otros oficiales de la tripulación.
Pensaba escribir sobre el capitán, Rune Andreassen, un hombre de la casa, con 25 años de servicio en Hurtigruten, pero prefiero hacerlo de otro personaje casi tan importante como él: Dennis Pardo, el encargado del bar de la cubierta 7. Y lo incluyo en la serie Viaje a Svalbard, pero podría estar en la de Encuentros.
Dennis ya me sirvió alguna copa entre los hielos de la Antártida, y ahora vuelve a hacerlo a 80º de latitud norte. Como el 80% de esa parte de la tripulación que no lleva galones en los hombros ni organiza excursiones en tierra, Dennis es filipino. También hay indonesios, indios, etc., pero la mayoría de los camareros, cocineros, limpiadores, maquinistas, etc., que hacen que la vida en este barco discurra cómodamente son filipinos.
Todos ellos, unas 70 personas, trabajan diez horas al día, los siete días de la semana, durante nueve meses seguidos; luego tienen un mes de descanso.
Dennis, en concreto, lleva cinco años en Hurtigruten, y desde que se botó el Fram (hace tres años), está destinado en este barco que viaja arriba y abajo del Atlántico, hacia el norte por la costa de África y Europa, hacia el sur por la de América, después de recorrer en profundidad, durante los veranos respectivos de cada hemisferio, Noruega/Svalbard/Groenlandia y la Antártida. Antes estuvo diez años en Guam, también trabajando en barcos.
Por ley, los filipinos que trabajan en barcos extranjeros deben depositar una parte de su salario en una cuenta en su país. Entre un 10 y un 20%, ya sea en la cuenta del cónyuge, de los padres, de los hijos o, si no tiene parientes directos, en una cuenta a su nombre. Por otra parte, los trabajadores del barco tienen pocos gastos del día a día: tienen un camarote (compartido), comida y ropa. Y transporte.
Cuando no hay clientes (que son amables y dejan buenas propinas), en los periodos intermedios entre las campañas del Ártico y del Antártico, cuando viajan de un extremo del mundo al otro, se dedican a una limpieza a fondo del barco. No hay nada comparable, dice, a una barbacoa en cubierta para cenar con los colegas mientras navegan lentamente de uno al otro confín.
Dennis tiene 46 años, y piensa en formar una familia en Filipinas cuando terminen sus años de vagabundeo. Pero de momento quiere seguir. Le gusta su trabajo: está rodeado de gente feliz, la empresa le trata bien, ve mundo. Su casa es el barco.
Por cuestiones de turnos, parte de la tripulación cambia de vez en cuando. En Longyearbyen se sumó un mecánico -lo siento, no apunté su nombre- de Kerala, del sur de la India. Los hielos árticos son muy diferentes a su tierra de arrozales y canales entre palmeras, pero este señor tenía un especial interés en trabajar en este barco en concreto. Vio en internet que el Fram estará, allá por noviembre, en la Antártida, el sueño de su vida, así que se alistó. Esto sí que es viajar, como en los viejos tiempos.
La pintura para barcos desempeña un papel crucial en la preservación y el rendimiento de las embarcaciones. Además de proporcionar un aspecto estético, la pintura marina protege la estructura del barco contra la corrosión, el crecimiento de organismos marinos y los efectos adversos del agua salada.
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