viernes, 29 de octubre de 2010

KENIA: MAASAI MARA, EMPIEZA EL SAFARI


Salir a las 5 de la mañana de Nairobi -noche cerrada- supone un madrugón de aúpa, pero todo se olvida cuando poco después empieza a clarear y el camión de Ratpanat se asoma al valle del Rift. Paramos en un mirador, preparamos el desayuno y amanece frente a un paisaje de esos que cortan el aliento. Pocas veces te sabe tan rico un café como cuando el alba ilumina un paisaje semejante. El volcán Longonot se hace visible poco a poco surgiendo de la oscuridad. Qué dicha estar vivo en ese amanecer.

Luego quedan unas horas de carretera hasta llegar a la Maasai Mara National Reserve, pero el espectáculo de la vida animal empieza al borde de la carretera mucho antes de entrar en la reserva. Primero son avestruces, jirafas y gacelas, pero una vez dentro de la zona protegida aparecen búfalos, facóqueros, cebras, elefantes...

Es la cuarta vez que vengo a ver animales salvajes por la zona, y además he hecho otros viajes por los parques de África Austral. Pero da igual el número de veces que se haya contemplado este espectáculo: emociona como la primera vez. Ilusiona como se ilusiona un niño. Es el encuentro con la naturaleza y con una fauna que vive como en el principio de los tiempos. Y tú estás ahí contemplándolo.

jueves, 28 de octubre de 2010

KENIA Y TANZANIA: PRIMERAS IMPRESIONES



El avión aterriza en Nairobi. Salimos por el pasillo y al pasar por una librería del aeropuerto me asomo desde la puerta. Hay una estantería con libros de “New fiction”. Miro a ver qué tiene: todo son diferentes ejemplares de la Biblia. ¿Fiction? ¿¿¿New???

Cuando llego a un país me gusta estar pendiente de la primera impresión que recibo, de la primera imagen que me llama la atención. Y ésta, la del estante de las biblias catalogadas como “ficción reciente” me encanta.

También ha llegado, como siempre, ese chute de aire tropical al salir del avión. Es de noche. Estoy en otro sitio. En el aeropuerto nos espera el equipo de Ratpanat. El grupo está montado: somos 14 pasajeros para recorrer los parques de Kenia y Tanzania en camión.

Dejamos el equipaje en el hotel (es la única noche que dormiremos en hotel en todo el viaje) y salimos a cenar a un local abierto en la misma calle. Hay música, barbacoas, decenas de chicas que parecen dispuestas a hacer compañía intensa tanto a chicos como a chicas, olores diferentes, cerveza fría, carne dura como piedra dura en forma de brocheta (¿estaba blanda cuando la atravesaron con el palito?).

La música es irresistible. Los músicos y el cantante van a tope. Acabamos bailando. Hace unas horas estábamos en el aeropuerto de Bruselas, hacía frío, el cielo estaba gris y llovía de vez en cuando. Ahora estamos en Kenia y nos vamos de safari.

martes, 26 de octubre de 2010

PRÓXIMO VIAJE: KENIA Y TANZANIA


Preparar un viaje siempre resulta excitante, sea al último confín del mundo o a la vuelta de la esquina. Pero en este caso el destino son los grandes parques y reservas de Kenia y Tanzania: Maasai Mara, Serengeti y Ngorongoro. Los mejores lugares del mundo para observar la vida salvaje en todo su esplendor.

¿Otra vez Maasai Mara, Serengeti y Ngorongoro, los mejores lugares pero también los más visitados y explotados?

Como en todos los viajes, importa tanto el dónde como el cómo. La idea es recorrer estos parques y reservas, y algunos más, de forma diferente. Voy con mis amigos de Ratpanat y una de las cosas diferentes que plantean, respecto al safari estándar de lodge y furgoneta con el techo levantado, es que se viaja todo el tiempo en camión. Con la comida y con tiendas, lo que permite organizar un recorrido propio, sin tener que estar yendo y viniendo a y de los alojamientos por cuestiones de comida. También permite acampar en lugares solitarios.

Tengo muchas ganas de acampar a orillas del río Mara, en un lugar apartado, sin piscina ni tienda de souvenirs, para oír los ruidos del bosque y ver las estrellas. Lo curioso es que en Ratpanat prometen que te puedes tomar un gin-tónic con hielo mientras cae la tarde a orillas del Mara. Me parece una imagen de lujo supremo.


viernes, 8 de octubre de 2010

CON MARIO VARGAS LLOSA EN LA MOCHILA


Hace ya muchos años, la primera vez que fui a América, para un viaje de tres meses metí dos libros en la mochila: el South American Handbook (una guía del continente que no se vendía en España y que hábilmente había comprado en Londres unos meses antes) y Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa. Recuerdo que, una vez leído, lo cambié en un hotelito de Cuzco por El entenado de Juan José Saer, de forma que cuando llegué a la selva amazónica peruana ya no lo tenía conmigo, pero en alguna ocasión pude asomarme a algunos de los ambientes descritos en esa novela.

Un año después volví otros tres meses a América, también con dos libros, el mismo Handbook y La tía Julia y el escribidor, también de Vargas Llosa, Esta última llegó hasta un hotel-albergue del centro de Lima donde había un mono que mordía a algunos clientes y si salías a la terraza veías toda la fachada picada por los disparos de las batallas callejeras que se libraban en esa época. Creo recordar que lo cambié por Extraños en un tren, de Patricia Highsmith.

Un par de años después la editorial Anaya me encargó un trabajo en la República Dominicana. En Santo Domingo entré en una librería y salí de ella con El hablador. Unos meses después, cruzando Sudamérica en un viaje de cuatro meses, al atravesar Bolivia de camino al nordeste brasileño, en Santa Cruz de la Sierra compré La guerra del fin del mundo, que fui leyendo en los escenarios de la historia.

Varios años después, una noche, en la calle Corrientes de Buenos Aires, en una de esas librerías que cierran casi de madrugada, compré una edición de Conversación en La Catedral con esa estupenda portada de los vasos de cerveza y las colillas humeantes. No lo leí entonces pero unos meses después viajé a Perú con esta novela. Me alojé en un hotel de Miraflores, en Lima. Con el cambio horario respecto a Madrid me desperté antes de la madrugada, así que empecé a leerla. En la cuarta línea aparece esa frase tan conocida “¿En qué momento se había jodido el Perú? ” A continuación aparecía la Plaza San Martín. Veinte años antes, en esa plaza (completamente tugurizada, según el habla local), me habían querido robar con el truco de mancharme la ropa y luego pretender que me ayudaban a limpiarme la mancha, cuando lo que querían era limpiarme la cartera, y me había hecho la misma pregunta.

Hace tres años volví a la República Dominicana con otro encargo, esta vez de la revista Geo, y allí terminé La fiesta del chivo al tiempo que paseaba por algunos escenarios de la novela y todo el mundo me preguntaba si la había leído.

América es el continente que más he pateado, y en numerosas ocasiones lo he hecho con un libro de Mario Vargas Llosa en la mochila. Para mí, el continente y la obra de este gran escritor están íntimamente relacionadas, no entiendo uno sin la otra.

La verdad es que ya era hora de que le dieran el premio Nobel.

lunes, 4 de octubre de 2010

OTOÑO II: ADIÓS A LAS ZARZAMORAS



El verano se termina y llega el otoño. Septiembre es el mes de las moras de zarza en la sierra de Guadarrama, y siempre me ha parecido una delicia caminar por el monte y merendar moras, comiéndolas de una en una según las coges del arbusto. De la mata a la boca en un segundo. Las espinas de la zarzamora, que te acaban arañando por mucho cuidado que tengas, le dan un punto de emoción a la captura golosa de los frutos.

La zarzamora está rica, pero empalidece enormemente si la comparas con la mora negra (la del moral, que está incluso más rica que la mora blanca, la de la morera). Las comparaciones son odiosas, sobre todo porque son frutos de especies diferentes que sólo comparten el nombre y algo de la forma. Yo tengo localizado un moral que, allá por la segunda mitad de agosto, da las moras más ricas del mundo.

Este fin de semana ya casi no había zarzamoras, pero caminando un rato y adentrándome en zonas poco transitadas descubrí algunas. Las últimas.