Salir a las 5 de la mañana de Nairobi -noche cerrada- supone un madrugón de aúpa, pero todo se olvida cuando poco después empieza a clarear y el camión de Ratpanat se asoma al valle del Rift. Paramos en un mirador, preparamos el desayuno y amanece frente a un paisaje de esos que cortan el aliento. Pocas veces te sabe tan rico un café como cuando el alba ilumina un paisaje semejante. El volcán Longonot se hace visible poco a poco surgiendo de la oscuridad. Qué dicha estar vivo en ese amanecer.
Luego quedan unas horas de carretera hasta llegar a la Maasai Mara National Reserve, pero el espectáculo de la vida animal empieza al borde de la carretera mucho antes de entrar en la reserva. Primero son avestruces, jirafas y gacelas, pero una vez dentro de la zona protegida aparecen búfalos, facóqueros, cebras, elefantes...
Es la cuarta vez que vengo a ver animales salvajes por la zona, y además he hecho otros viajes por los parques de África Austral. Pero da igual el número de veces que se haya contemplado este espectáculo: emociona como la primera vez. Ilusiona como se ilusiona un niño. Es el encuentro con la naturaleza y con una fauna que vive como en el principio de los tiempos. Y tú estás ahí contemplándolo.
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