Hace unos días terminé de leer Calle Amazonas, el libro de Bernardo Gutiérrez que publica Altaïr en su colección Heterodoxos. He escrito el título del comentario: "Un libro de viajes postmoderno". Ahora toca explicarlo.
En esta narración se refleja el viaje, las vivencias del autor en un viaje de varias semanas por el tramo inferior del río más poderoso del planeta. Un destino atractivo pero poco original. La postmodernidad está, como debe ser, en cómo lo plantea.
Bernardo Gutiérrez nos hace el relato de sus peripecias, de sus aventuras más o menos vistosas, pero desde luego éstas no son más que el hilo conductor de lo verdaderamente importante: lo que encuentra y, sobre todo, lo que busca. Porque Bernardo va a la búsqueda de sus personajes, no se los encuentra al azar: un cacique indígena que vive con su familia bajo una lona a las afueras de Manaos, un productor de guaraná orgánica en un afluente del Amazonas, los descendientes de los esclavos negros huidos al fondo de la selva, los restos de las ciudades del caucho de Henry Ford, etc. En el camino asiste a un concierto de Roger Waters (Pink Floyd) en el Teatro Amazonas de Manaos, comparte horas y horas de barco con sus compañeros de travesía -con la música de Scorpions a todo volumen como sistema infalible para impedirle dormir- y se sorprende con la vida a orillas del río: una vida urbana, donde las redes sociales, los ordenadores y los atascos de coches en las calles forman el día a día de sus habitantes.
Así se empieza a perfilar ese carácter postmoderno del viaje. No se centra en lo preconcebido -la selva, los indígenas poco contactados, la pureza de la selva-, sino en lo que encuentra -consumismo, explotación, olvido, políticos corruptos, injusticias que se aceptan de tanta costumbre de vivir con ellas-. Da protagonismo a personajes que viven al margen de la corriente principal de la sociedad, luchadores más o menos desencantados que luchan -también más o menos- por incluir la dignidad entre los datos de su vida.
La propia actitud del viajero ya no es la de los grandes exploradores de otro tiempo. No pretende llegar al último confín de la selva después de una peligrosa expedición. Bernardo viaja en transporte público, se cansa, no es un héroe y lo reconoce.
Me gusta esta actitud de viajero al que le abruma y le conmueve -y le agota- el viaje y la realidad que encuentra. Al principio incluso parece que se avergüenza un poco de ello (no, yo viajaría en cubierta para compartir la vida de los viajeros pero debo proteger mi cámara y mi ordenador, parece que se justifica en su primer trayecto en barco) pero al final lo asume (cojo una cabina porque estoy agotado, no puedo con mi alma y necesito aislarme del mundo, reconoce abiertamente en el último).
Me parece postmoderno también en el sentido de que no refleja un viaje de forma lineal. De hecho su itinerario es una serie completa de desvíos de la corriente principal del Amazonas. Pero sobre todo porque enlaza con otros viajes realizados años antes por la Amazonia, como el encuentro con Pere Casaldàliga o el viaje acompañando a un grupo de policías en busca de haciendas en las que se esclaviza a los trabajadores. El conjunto es un fluido potente, casi amazónico. Muy irregular (hay capítulos mucho más interesantes que otros), pero así es la vida y así son los viajes.
Para mi, con diferencia, el mejor capítulo es en el que narra el viaje con los policías para liberar esclavos. Un capítulo genial que lo tiene todo: información importante poco conocida y una calidad literaria de primera. Si fuera así todo el libro estaríamos ante una bomba en la literatura de viajes. Ya es bastante con lo que es.
Para que estas líneas no parezcan una babosa recomendación sin sentido crítico vamos a buscar algunas pegas. Creo que el libro flaquea cuando el Bernardo literato quiere ponerse por encima del Bernardo periodista, cuando quiere hacer descripciones poco directas, cuando busca metáforas tan extrañas que resultan fallidas. Creo haber detectado también algún que otro fallo de edición, algo inusual en un producto Altaïr; nada que no pueda corregirse en las próximas y numerosas nuevas ediciones.
El pulso que transita por todo el conjunto es vibrante, y la mirada que ofrece sobre la realidad amazónica es fascinante. Su próximo libro será mejor todavía.
P.D. Bernardo y yo estuvimos hace unas semanas hablando en la radio sobre el Amazonas. Nuestra intervención empieza en el minuto 20.
Fantástico resumen, Ángel.
ResponderEliminarComplementa muy bien la visión del viaje que ofrece el propio autor en mi blog.
Está bien comentarlo por aquí, pero no lo cambio por la tarde con cerveza (una cerveza) del otro día en Madrid. Indudablemente, mejor forma de comentar "la jugada".
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ResponderEliminarExplorar diferentes géneros de lectura es un viaje literario enriquecedor. Desde la emoción de la fantasía hasta la sabiduría de la no ficción, cada género ofrece un mundo distinto por descubrir.
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