El más occidental de todos los lagos alpinos italianos es el de Orta, pequeño y relativamente poco conocido fuera de Italia. Pero tan bello como cualquiera de los más famosos. Y aunque Omegna es la principal población del lago yo fui directamente a Orta San Giulio.
Orta San Giulio es un pintoresco pueblecito en el extremo de una pequeña península que se adentra en el lago, uno de esos lugares que sólo pueden existir en Italia. Es una delicia encontrarse a media tarde en la piazza Mario Motta, junto al embarcadero, e iniciar un paseo por esas calles flanqueadas por viejos edificios de colores ocre, siena o albero de la que salen callejones que van a dar al lago o trepan por la ladera del monte.
Del embarcadero salen las lanchas hacia Isola di San Giulio. Esta isla es la verdadera perla del lago. El edificio que domina la isla es un monasterio de monjas, pero también hay muchas villas con jardines que se asoman al lago. El interior de la basilica di San Giulio, de estilo románico, está casi completamente cubierto por frescos. La única calle de la isla hace un recorrido circular y es como una vuelta atrás en el tiempo.
De vuelta a Orta, al salir de la piazza Mario Motta hacia arriba, llegué a una especie de plaza alargada en cuesta, la salita della Motta, donde aparece una serie de palacios, algunos de cinco o seis siglos de antigüedad. En uno de ellos, la casa dei Nani (casa de los Enanos), la fachada está adornada con pinturas al fresco.
Orta San Giulio se encuentra al pie de una colina, que ocupa la mayor parte de la península que se adentra en el lago. Salí de la salita della Motta y continué la ascensión hasta el Sacro Monte di San Francesco. Allí encontré una serie de capillas dedicadas cada una a un momento de la vida del santo y que fueron construidas, a partir de 1590, a lo largo de más de un siglo. Por ello se pueden apreciar, a través del desarrollo de los modelos arquitectónicos y artístico, los importantes cambios que se produjeron en los gustos y la mentalidad de los europeos durante el siglo XVII.
Pero lo realmente interesante, más allá de su objetivo original -el de ser un itinerario para devotos-, es que un recorrido por estas 20 capillas es un paseo por la historia, el arte y la cultura de una época. Forma, junto a otros sacromontes del Piamonte y Lombardía, un conjunto declarado patrimonio mundial por la Unesco. De alguna manera eran una barrera física, mental y religiosa contra la Reforma que amenazaba desde Suiza. La vegetación forma parte del conjunto y está perfectamente concebida para proporcionar alegría y lugares tranquilos a los peregrinos. Las vistas sobre el lago y la isla son un añadido extra.
P.D. Como del lago sale el valle Strona, famoso por los trabajos de artesanía en madera, en muchas tiendas se ven figuras de Pinocho talladas en los pueblos de ese valle (evidentemente las que son muy baratas no son de allí sino de China). Una buena tienda: Cose di Zoe, en la piazza Motta.
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