Reportajes y fotos de viajes por todos los países del mundo. Naturaleza, cultura, patrimonio, literatura y tradiciones para encontrar y disfrutar la emoción del viaje.
domingo, 27 de febrero de 2011
Isla de Mozambique III
sábado, 26 de febrero de 2011
Isla de Mozambique II
Hoy la isla de Mozambique constituye una leyenda viva en el extremo septentrional del país. Es pequeña -no llega a tres kilómetros de punta a punta- y la ciudad la ocupa casi completamente.
Se cruza una calle y aparece la ciudad de macuti, hecha de bambú y mangle. Aquí no hay antiguas casonas ni el más mínimo recuerdo de pasado esplendor. Parece cualquier aldea africana con casas de zarzo recubierto de argamasa y tejados de hojas de cocotero. Las puertas se abren al exterior, donde las mujeres tocadas con pañuelos de colores extienden sobre la arena pescado para secarlo al sol, muelen grano, conversan, cocinan y cuidan de los niños. Muchas cubren su rostro con una mascarilla blanca o amarilla, una pasta vegetal de tamotamo que les confiere un aspecto fantasmal. Aunque sea fácil imaginar que forma parte de un rito ancestral no es más que una crema de belleza.
viernes, 25 de febrero de 2011
Isla de Mozambique I
Se levanta la brisa y los pescadores aprestan aparejos, izan velas y salen a la mar. Primero bordean las murallas de la vieja fortaleza y luego enfilan hacia el estrecho canal que separa su isla de la orilla continental, en busca de algún caladero donde echar las redes. Es el final de la estación seca, las aguas brillan con los colores luminosos del trópico y el aire huele a sal.
miércoles, 23 de febrero de 2011
23-F: 30 años después
martes, 22 de febrero de 2011
El día en que Ronaldo jugó contra Ronaldo
sábado, 19 de febrero de 2011
García-Alix, Auserón, fotografía y recuerdos
viernes, 18 de febrero de 2011
Horacio Coppola, el fotógrafo clásico de Buenos Aires
jueves, 17 de febrero de 2011
Kertész y la buena fotografía
miércoles, 16 de febrero de 2011
Kertész y la excepcional fotografía húngara
lunes, 14 de febrero de 2011
La momia y el faraón
miércoles, 9 de febrero de 2011
Sadie Quarrier, de National Geographic Magazine
Ayer, después de Dan Westergren (que habló el lunes), le tocó el turno a Sadie Quarrier de ofrecer una charla en la tienda de National Geographic en Madrid. Ambos han pasado por Madrid camino de La Palma para participar en Fotonature.
Sadie Quarrier es editora gráfica de National Geographic Magazine, además de formar parte del Comité de Exploraciones de la Sociedad. El tema de la charla era “Cómo crear un reportaje para National Geographic”. Con semejante título, la sala estaba a rebosar.
En la charla utilizó dos ejemplos: el reportaje sobre los agujeros azules de las Bahamas, de Wes C.Skiles (que lamentablemente murió días antes de que se publicara su reportaje en agosto de 2010) y la cueva más grande del mundo, en Vietnam, de Carsten Peter.
El tema de la charla era la fotografía, no el texto, de los que no se habló en ningún momento, ni de los agujeros azules de las Bahamas ni de la cueva de Vietnam.
Evidentemente, las fotos que enseñó eran espectaculares. Ambos reportajes son del tipo “esto sólo lo hacemos nosotros”, por el gran aparato técnico necesario para llevarlos a cabo. Impresionantes, por supuesto, tanto el montaje como las imágenes. Pero los reportajes fotográficos -ni siquiera en esta revista- no son todos de esa clase. Eché de menos un reportaje más sobrio en la realización, con ambiente de calle, de gente normal haciendo cosas, etc. Una muestra que nos diera pistas para temas que podamos hacer los demás, los que no somos de la élite y no podemos (ni probablemente queramos) usar toneladas de equipo para hacer una foto.
Como creo que nunca haré fotos en cuevas submarinas ni en cuevas no submarinas, pasé de detalles técnicos y me centré en obtener datos y pistas que sirvieran para todos.
Como es natural, lo que quieren es contar una historia. Para eso necesitan fotógrafos creativos, persistentes, trabajadores y talentosos.
Sadie trabaja en unos 20 temas cada año. Cada reportaje tarda (de media), desde que se plantea y se acepta, un año en terminarse.
Todos los fotógrafos (excepto uno) que trabajan para NatGeo son freelances.
Lo normal es que el fotógrafo pase varias semanas haciendo chorrocientas mil fotos en el destino, que vuelva a casa, que los editores seleccionen 40 fotos. Entonces se ve lo que falta, y el fotógrafo vuelve al lugar de la acción. Los fotógrafos sólo disparan en raw. Según Sadie en las fotos sólo se hacen ajustes menores de saturación, contraste, etc., y como mucho algún pequeño recorte. Nunca se quita ni se pone nada mediante Photoshop.
En el turno de preguntas se habló de los cambios que las nuevas tecnologías pueden traer a la revista. Ella prevé cambios drásticos en la prensa en los próximos cinco o diez años Nos dijo que ya tienen un equipo dedicado exclusivamente a la versión para iPad de la revista, y que probablemente National Geographic será la última revista del mundo que deje de publicarse en papel. Pero que, sea cual sea el soporte, lo importante es contar historias. Y para ellos la fotografía tendrá siempre un papel fundamental.
Ah. Se me olvidaba decir que pagan por semana de trabajo. Y que, de media, por un reportaje en National Geographic Magazine pueden pagar unos 35.000 $ (unos 25.500 €). El fotógrafo debe aportar su propio equipo.
Según Sadie Quarrier, ningún fotógrafo puede vivir exclusivamente de National Geographic.
martes, 8 de febrero de 2011
Dan Westergren, de National Geographic Traveler
Ayer fui a una charla que ofreció Dan Westergren en la nueva tienda de National Geographic en Gran Vía 74, en Madrid. Dan es fotógrafo y jefe de fotografía de National Geographic Traveler, pero ayer actuó solamente como fotógrafo, y concretamente en lo que a él le gusta: fotografiar en condiciones extremas (y frías). Para ello nos contó cómo se planteó dos reportajes: la ascensión al Kilimanjaro y el recorrido en esquíes del último grado (del 89 al 90) hasta llegar al Polo Norte.
Hizo un pase de fotos de ambos temas, algunas de ellas espectaculares.
La charla de Dan se movió en diferentes niveles, desde contar detalles personales a explicar conceptos técnicos de fotografía en condiciones extremas. Y también, algunas emociones que se sienten en esos momentos.
A Dan le gusta ir a sitios de acceso difícil, adonde no llega casi nadie más, y así saber que es el único que tiene una foto concreta.
Porque su objetivo es subir siempre un nivel más en la fotografía.
Para todo ello considera absolutamente necesario planear todo hasta el último detalle, y así conseguir estar en el sitio y en el momento adecuado.
Y Dan se recuerda continuamente a sí mismo que hay que hacer las fotos. Si no la haces, luego no la tienes. Éste es un concepto básico, tan básico que a veces se olvida.
Algunas veces se ha inspirado para las fotos en en películas o libros ilustrados que leyó de pequeño. No sólo en la obra de los grandes fotógrafos que estudias cuando eres adulto.
Una de las noches durante la ascensión al Kilimanjaro se dedicó a hacer fotos nocturnas de larga exposición. Ponía el trípode, se iba a dormir, ponía el despertador, a los 45 minutos se levantaba, salía otra vez del refugio, disparaba otra vez la cámara para otra larga exposición, se iba a dormir... Así toda la noche. Dan dice que hacía ese esfuerzo por una razón: porque National Geographic le paga por ello.
Vaya, pensé yo en ese momento. Conozco a muchos fotógrafos (había alguno en la sala en ese momento) que hacen esfuerzos semejantes pero por amor al arte.
viernes, 4 de febrero de 2011
Penang, Malaisia III: Un chinatown al revés
Tenemos la imagen general de que los barrios chinos, los chinatowns que existen fuera de China, son lugares en los que todo es chino, un reducto rodeado de otros habitantes, otras culturas, otros idiomas, otras realidades.
No siempre es así.
De hecho, abundan las excepciones. El caso de Georgetown, en Penang, es un ejemplo muy claro.
Lo único que responde a la imagen tópica es que estamos en un país, Malaisia, que tiene una cultura diferente a la china. Pero realmente la mayoría del Estado de Penang, de la isla de Penang, es china. Aquí no son una minoría enclaustrada en su barrio.
Y, por supuesto, no están solos.
Ya hablé de Jalan Masjid Kapitan, "la calle de la Armonía". Si la recorremos pasamos por:
-La iglesia de St. George, el templo anglicano más antiguo de la región que permanece casi intacto desde su construcción en 1817. Su pórtico de estilo dórico y sus inmensas columnas de mármol blanco le dan una prestancia insólita en el trópico.
-Muy cerca está Kuan Yin Teng, el templo chino de la diosa de la Merced, del que ya hablé ayer.
-Al otro lado de la calle, entre joyerías y cambistas, aparece la entrada de Sri Mariamman, el templo hindú más antiguo de Penang. Asomarse a su interior es entrar en mundo guardado por dioses y diosas esculpidos en una torre sobre la puerta. Dentro, los sacerdotes realizan sus ritos milenarios, y la imagen es completamente distinta de la que se ha podido presenciar en el pedazo de la vieja China que se extendía en los alrededores de Kuan Yin Teng. Sri Mariamman marca el inicio de un pequeño barrio hindú, que se abre por las estrechas callejuelas posteriores, y por donde adentrarse supone una inmersión en otro Penang diferente.
-Sorprendente, porque un poco más allá se alza la mezquita Kapitan Keling, construida en 1801, que es el centro de los musulmanes indios y jawi pekan, los descendientes de los matrimonios mixtos de musulmanes indios y malayos. Muy cerca se destaca un curioso alminar de estilo egipcio, que se encuentra en la mezquita de los musulmanes malayos. De ella se cuenta que la ventana redonda fue abierta por una bala de cañón durante los disturbios entre sociedades secretas de 1867.
La calle de la Armonía no guarda todas las religiones de la isla, y hay que alejarse un poco para encontrarse con el wat Chayamangkalaram, un templo famoso por su inmensa imagen reclinada de Buda de 33 metros de larga y por una extraña mezcla de motivos tailandeses, birmanos y chinos. Una fusión que alcanza a presentar una entrada defendida por nagas budistas y dragones chinos que protegen un interior que alberga tanto imágenes de Buda como deidades chinas.
Al final da la sensación de que es un chinatown al revés, una ciudad china llena de barrios de otras culturas, otros idiomas, otras realidades.
jueves, 3 de febrero de 2011
Penang, Malaisia, II: Como una ciudad china
Khoo Kongsi. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En una época en que los barrios chinos tradicionales de Singapur y Hong Kong caen poco a poco a golpe de piqueta y ya casi se puede decir adiós a estos chinatowns que reflejaban casi mejor que en China las viejas costumbres milenarias, Georgetown aparece como en pequeño reducto que se resiste a morir. Cada vez es más difícil encontrarse en Singapur con esos fastuosos funerales en los que se honraba a los difuntos con coches y otras ofrendas de papel, o a los viejos calígrafos chinos, que mantenían vivo su arte centenario como uno de los lazos con el pasado. Pero en Penang perviven los viejos modos, las indumentarias tradicionales, los orfebres, los restaurantes, los comercios y las farmacias donde se destilan todavía las antiguas fórmulas magistrales a base de raíces, polvos resecos y partes de animales. La arquitectura peranakan subsiste casi intacta en calles por las que parece no haber pasado el último siglo.
Penang es el único estado malayo dominado por los chinos, lo que le da un carácter abierto y ciertamente tolerante. Dónde, sino, puede encontrarse una calle como Jalan Masjid Kapitan Keling donde se atestigua mejor que en ningún otro sitio la libertad religiosa y la convivencia de culturas de la isla. Conocida por muchos como "la calle de la Armonía", debe ser una de los pocos lugares del mundo donde se encuentren juntos una mezquita, un templo hindú, un templo chino y una iglesia cristiana.
Allí está Kuan Yin Teng, el templo chino de la diosa de la Merced, que se construyó en 1800 por los primeros inmigrantes chinos y que todavía conserva los cuatro dragones guardianes sobre el tejado rojo y los dos leones de piedra policromada en el patio frontal. Todos los días hay un continuo discurrir de gentes que vienen a orar, elevar sus ofrendas y quemar sus pebetes, o para asistir a las ocasionales sesiones de ópera china o de marionetas. En los alrededores se concentran los vendedores de incienso y de flores, pero también los adivinos, los quirománticos y los charlatanes que ofrecen sus pócimas curalotodo ante el asombro de los transeúntes, que observan a personas caer en trance o a las cobras salir de los cestos colocados en el suelo mientras suenan la flauta antes de ofrecer su producto milagroso.
La gran joya arquitectónica de la isla, Khoo Kongsi, permanece escondida entre algunos de los más estrechos callejones de la ciudad. Esta casa ceremonial del clan de los descendientes de Khoo es un extraordinario surtidor de esculturas, letreros y altorrelieves que representan dragones, espíritus guardianes, tabletas conmemorativas y altares a las deidades tutelares. No es realmente un templo, sino el centro de un kongsi, una organización clánica, una especie de sociedad benevolente que ayuda económica y espiritualmente a todas las personas de un mismo apellido. Así se mezcla el culto a los antepasados con el concepto confuciano de la ayuda mutua.
Aparte de la arquitectura religiosa, Penang guarda celosamente una extraordinaria riqueza en las magníficas mansiones coloniales chinas construidas a principio del siglo pasado, durante el período de auge del caucho y el estaño. El tiempo no ha pasado en vano para muchas de ellas, y muestran el melancólico decaimiento de las imponentes construcciones abandonadas al trópico, pero otras siguen en perfecto estado, mantenidas por las familias que mantienen vivas sus costumbres ancestrales, y el espíritu de convivencia entre distintas culturas. Los viejos lazos perviven en las estrechas callejuelas de Georgetownn como un homenaje al pasado y como la mejor forma de enfrentarse al futuro.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Penang, Malaisia, I
La historia de la colonización de Penang por los europeos empieza con una escena que parece sacada de una película de aventuras de Hollywood. Aquí tenemos a Sir Francis Light, navegante y aventurero inglés que, después de negociar con el sultán de Kedah el protectorado británico de la isla, entonces cubierta de selva y prácticamente despoblada, decidió atraer a cientos de trabajadores por un medio tan expeditivo como asombroso. Cuenta la leyenda que llenó los cañones de su barco con monedas de oro y plata y apuntó a la selva. Los disparos las esparcieron en la zona en la que quería instalarse. Cualquiera podría buscarlas: el que las encontrara se quedaría con ellas.
Como es fácil de imaginar, los malayos locales y los indios recién llegados limpiaron rápidamente a golpe de machete un pedazo de selva de Pilau Pinang, "la Isla de la Nuez de Betel", como era conocida entonces. Allí, en lo que ahora es Fort Cornwallis, se fundó Georgetown, cuyo nombre honraba al rey inglés del momento, y se estableció un protectorado que duraría "mientras el sol y la luna permanezcan en el cielo".
Para entonces, Penang ya tenía una oscura historia como escondrijo de los piratas malayos que merodeaban por las aguas del estrecho de Malacca. Por aquí, entre Sumatra y la península malaya transitaban todos los barcos repletos de valiosísimos cargamentos que emprendían el viaje a Europa desde las cercanas islas de las Especias. Con los ingleses se establecieron también mercaderes de China, India e Indonesia atraídos por este puerto floreciente que controlaba las rutas comerciales de la zona.
Desde entonces, Penang es un pequeño microcosmos, una diminuta Asia donde perviven costumbres que ya han desaparecido en muchos otros lugares del continente. Hoy en día, junto a usuarios de teléfonos móviles y ordenadores portátiles, no es difícil encontrarse con personajes que parecen sacados directamente de un libro de Joseph Conrad o Rudyard Kipling. Y cualquiera podría imaginarse todavía a Somerset Maugham saltar a puerto desde la cubierta de un bergantín o tomando un cóctel en el bar del Eastern and Oriental Hotel bajo las aspas de un ventilador colgado del techo.
En las calles de Georgetown se mezclan todas las razas, todas las lenguas y todas las religiones, y forman uno de los ambientes más cosmopolitas y asombrosos de todo el mundo. Los chinos han aportado la seda, el té y la porcelana y los indonesios las especias que conquistaron el gusto de todo el mundo. Los indios trajeron el opio y el algodón, los árabes el islam y los perfumes, y los europeos la ciencia occidental. Todo ello da como resultado una sociedad de múltiples facetas, inabarcable en sus ritos y costumbres, que se convierte en el más fabuloso espectáculo humano que quepa imaginar.