Partido de fútbol en la playa de Belle Mare, Mauricio. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Resulta que vas de viaje por el mundo, por África, por América, por la isla más perdida del Pacífico, y te das cuenta de lo que verdaderamente une al mundo. ¿La filosofía? ¿El arte? ¿La ONU, quizás? No, lo único que trasciende fronteras, lo único que nos une como ciudadanos globales de un mundo global es, no hace falta decirlo, el fútbol.
Pero el fútbol auténtico, el de verdad, el que no encaja en las frases manidas de “once contra once”, porque la inmensa mayoría de los partidos de fútbol que se juegan en el mundo es de ocho contra ocho, o seis contra seis, o cuatro contra cinco, según. Luego está la capa de fútbol profesional, televisado en directo o en diferido, que es lo que unifica referentes.
Yo, como ciudadano global y moderno y, por tanto, cambiante, a lo largo de mi vida y según me preguntaban -en diferentes momentos y diferentes países-, he pasado por diferentes nacionalidades: he sido del país de Butragueño, del país de Raúl, del país de Puyol, del país de Torres. Ahora en mi pasaporte pone que soy del país de Iniesta. Lo que detecto es que en los últimos tiempos cambio de nacionalidad con mayor frecuencia que antes.
Hay una serie de nombres que sobrevuelan las fronteras y el tiempo, que permanecen en la memoria. En el mundo real, una de las condiciones de esta permanencia es la duración de las camisetas. Si tú eres un tailandés y tienes una camiseta que dice que Beckham es del Manchester United, pues Beckham juega en el Manchester United y no te das por enterado de que ha cambiado de equipo hace tres años. Ni de que ha dejado de jugar. La memoria de Beckham, por seguir con este ejemplo, durará en el mundo lo que duren las camisetas que llevan su nombre. A mejor calidad en la manufactura, recuerdo más duradero. Éste es otro aspecto del fútbol de verdad, no el de la tele.
Partido de fútbol en la playa de Belle Mare, Mauricio. Fotos: Ángel M. Bermejo (c)
Durante unos pocos años han coincidido en el Olimpo mundial dos dioses con el mismo nombre. En la playa Belle Mare de Mauricio, donde tomé estas fotos, jugaban los dos, encarnados en dos muchachos de la zona. Se distinguían entre sí fácilmente: el 9 era “Ronaldo el Viejo” y el 7 “Ronaldo el Joven”. No haré ningún comentario sobre el hecho de que un tipo que haya nacido en 1976 fuera, hace tres años, “el Viejo”. Uno de ellos ha dejado ya de vender camisetas.
Las fotos están hechas el 29 de junio de 2008, unas horas antes de que el equipo del país de Torres ganara la Eurocopa.
Una pequeña gran historia.
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