domingo, 27 de febrero de 2011

Isla de Mozambique III


 Partida de m'pale. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

Contemplada desde el continente, la isla semeja un barco varado, y su perfil es una hilera de construcciones bajas dominada por las copas de los cocoteros. Sólo destacan, en un extremo, los poderosos contrafuertes de la fortaleza de São Sebastião, una de las más imponentes de África.
Cuando los portugueses ocuparon la Ilha, en 1507, hicieron de ella primero la base en la que esperar los alisios que les llevaran a la India y más tarde la capital de sus territorios en el oriente africano. Un enclave estratégico que había que defender de potencias enemigas y con ese fin se levantó la ciudadela de São Sebastião con piedras duras traídas desde Lisboa como lastre de los navíos.
Sufrió innumerables ataques, pero nunca fue conquistada. En 1607 los holandeses llegaron a tomar la isla pero tuvieron que retirarse al no poder ganar sus defensas. Si lo hubieran conseguido, la historia de África meridional quizá hubiera sido diferente. Los holandeses debieron conformarse con instalarse en el cabo de Buena Esperanza: fundaron Ciudad de El Cabo y dieron origen allí a la nación afrikáner.
Sus murallas de 20 metros de altura siguen ofreciendo el mismo aspecto descrito por cronistas de siglos pasados. Se pueden traspasar sus portalones, vagar por dependencias vacías, penetrar en la oscuridad de los depósitos de agua -los únicos manantiales de agua dulce de la isla se encuentran dentro del fuerte-, recorrer los bastiones y asomarse a las garitas de vigilancia. Decenas de cañones continúan apuntando al horizonte.


Capilla de Nossa Senhora do Baluarte. Foto: Ángel M. Bermejo (c)

A los pies de la fortaleza, con sus muros casi batidos por el mar, se esconde la capilla manuelina de Nossa Senhora do Baluarte, el edificio más antiguo que se conserva intacto construido por los europeos en el hemisferio sur.
Por la tarde, cuando el calor se rinde, se inician las conversaciones junto a los portales de las casas, los hombres vestidos de blanco, las mujeres de colores brillantes. Los pescadores aprovechan las últimas horas de luz para repasar sus redes y se forman corros para asistir a las partidas de m'pale, el juego tradicional. Hay llamadas del almuédano a la oración y pasos quedos que resuenan en el pavimento de “piedra y cal”, butres que recalan en la playa y mujeres que practican los bailes de tufo y chacate para algún festival.
Pasan los días, pero parece no pasar el tiempo en la Ilha.

2 comentarios:

  1. Excelentes fotos, compañero. ¡¡¡Eres un monstruo (de los buenos)!!!!

    ResponderEliminar
  2. Ilha es ,sin duda, uno de los lugares mas peculiares por los que he pasado. Coincido contigo, alli el tiempo se detiene. Acabo de descubrir tu blog y creo que voy a tener un largo idilio con el, que bien escribes.

    ResponderEliminar