Khoo Kongsi. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En una época en que los barrios chinos tradicionales de Singapur y Hong Kong caen poco a poco a golpe de piqueta y ya casi se puede decir adiós a estos chinatowns que reflejaban casi mejor que en China las viejas costumbres milenarias, Georgetown aparece como en pequeño reducto que se resiste a morir. Cada vez es más difícil encontrarse en Singapur con esos fastuosos funerales en los que se honraba a los difuntos con coches y otras ofrendas de papel, o a los viejos calígrafos chinos, que mantenían vivo su arte centenario como uno de los lazos con el pasado. Pero en Penang perviven los viejos modos, las indumentarias tradicionales, los orfebres, los restaurantes, los comercios y las farmacias donde se destilan todavía las antiguas fórmulas magistrales a base de raíces, polvos resecos y partes de animales. La arquitectura peranakan subsiste casi intacta en calles por las que parece no haber pasado el último siglo.
Penang es el único estado malayo dominado por los chinos, lo que le da un carácter abierto y ciertamente tolerante. Dónde, sino, puede encontrarse una calle como Jalan Masjid Kapitan Keling donde se atestigua mejor que en ningún otro sitio la libertad religiosa y la convivencia de culturas de la isla. Conocida por muchos como "la calle de la Armonía", debe ser una de los pocos lugares del mundo donde se encuentren juntos una mezquita, un templo hindú, un templo chino y una iglesia cristiana.
Allí está Kuan Yin Teng, el templo chino de la diosa de la Merced, que se construyó en 1800 por los primeros inmigrantes chinos y que todavía conserva los cuatro dragones guardianes sobre el tejado rojo y los dos leones de piedra policromada en el patio frontal. Todos los días hay un continuo discurrir de gentes que vienen a orar, elevar sus ofrendas y quemar sus pebetes, o para asistir a las ocasionales sesiones de ópera china o de marionetas. En los alrededores se concentran los vendedores de incienso y de flores, pero también los adivinos, los quirománticos y los charlatanes que ofrecen sus pócimas curalotodo ante el asombro de los transeúntes, que observan a personas caer en trance o a las cobras salir de los cestos colocados en el suelo mientras suenan la flauta antes de ofrecer su producto milagroso.
La gran joya arquitectónica de la isla, Khoo Kongsi, permanece escondida entre algunos de los más estrechos callejones de la ciudad. Esta casa ceremonial del clan de los descendientes de Khoo es un extraordinario surtidor de esculturas, letreros y altorrelieves que representan dragones, espíritus guardianes, tabletas conmemorativas y altares a las deidades tutelares. No es realmente un templo, sino el centro de un kongsi, una organización clánica, una especie de sociedad benevolente que ayuda económica y espiritualmente a todas las personas de un mismo apellido. Así se mezcla el culto a los antepasados con el concepto confuciano de la ayuda mutua.
Aparte de la arquitectura religiosa, Penang guarda celosamente una extraordinaria riqueza en las magníficas mansiones coloniales chinas construidas a principio del siglo pasado, durante el período de auge del caucho y el estaño. El tiempo no ha pasado en vano para muchas de ellas, y muestran el melancólico decaimiento de las imponentes construcciones abandonadas al trópico, pero otras siguen en perfecto estado, mantenidas por las familias que mantienen vivas sus costumbres ancestrales, y el espíritu de convivencia entre distintas culturas. Los viejos lazos perviven en las estrechas callejuelas de Georgetownn como un homenaje al pasado y como la mejor forma de enfrentarse al futuro.
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