Uluru/Ayers Rock. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Cuando llegas a Ayers Rock, a Uluru, te dicen que la roca es una montaña sagrada y que preferirían que no subieras a la cima. Pero te dejan, y nunca sabes si es un ejercicio de tolerancia hacia los demás o una forma de hacer caja con lo que pagan los turistas.
No sé. Los anangu, la etnia local, son sus dueños tradicionales porque el hecho de que los aborígenes sean nómadas y carecieran históricamente de bienes materiales no significa que no se sientan propietarios de la tierra. De una forma diferente a la nuestra, pero sus dueños. Cuando los colonos ingleses los despojaron de sus territorios arruinaron en gran medida una cultura que se basaba en su relación con la tierra.
En lugar de subir a lo alto de la roca caminé con un guía anangu durante unas horas por la base de Uluru. Lo interesante es que, con la compañía adecuada, uno descubre que -aquí como en toda Australia- cada lugar refleja una historia, y su conocimiento permite adentrarse en un universo mítico insospechado. Para los aborígenes, la tierra se puede leer como un libro, y cada aspecto del paisaje es el reflejo del paso de seres fantásticos, los Grandes Ancestros.
Estos héroes nómadas vinieron del cielo, del mar o de las entrañas de la tierra y recorrieron el continente al tiempo que dejaban las huellas de su paso. Aunque continuaron su camino siguen presentes en los lugares que marcaron y nombraron, y de hecho dominan fenómenos como la lluvia o el viento y definen la fecundidad de la tierra y de las mujeres. También son los guardianes de la cultura, ya que instauraron las reglas sociales y los rituales. Y continúan guiando a los hombres en sus sueños.
Muchos de los idiomas aborígenes utilizan la palabra "sueño" para designar tanto a esos seres eternos como las narraciones de sus viajes y el espacio-tiempo en que esas acciones se desarrollaron. Es por eso que los ingleses llamaron Dreamtime, "Tiempo del Sueño", a todo lo que se relaciona con la mitología aborigen. El guía que me acompañaba en el recorrido por la base de Uluru y me describía las historias que estaban -para él- perfectamente a la vista en cada grieta, protuberancia o mancha de la roca, quiso destacar una cuestión esencial: no hay que definir el Tiempo del Sueño con el comienzo de las cosas, sino que se trata de una dimensión paralela a la que se llega a través del sueño. Tal vez sería mejor llamarla Ensoñación.
Me encanta la composición de la foto. Por supuesto, también la historia.
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