Parque Nacional Kakadu. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
En el extremo norte de Australia —cerca de la ciudad de Darwin y lejos del resto del mundo— se extiende una vasta región apenas poblada. Las aguas del golfo de Van Diemen dibujan con las mareas una costa de perfil cambiante, y el interior muda su aspecto según las estaciones. En temporada de lluvias las planicies bajas pueden quedar cubiertas por tres metros de agua. Cuando llegan los meses secos los ríos adelgazan y se pierden en las llanuras; algunos meandros quedan aislados, como lagunas de formas caprichosas en las que florecen los lirios.
En el extremo norte de Australia —cerca de la ciudad de Darwin y lejos del resto del mundo— se extiende una vasta región apenas poblada. Las aguas del golfo de Van Diemen dibujan con las mareas una costa de perfil cambiante, y el interior muda su aspecto según las estaciones. En temporada de lluvias las planicies bajas pueden quedar cubiertas por tres metros de agua. Cuando llegan los meses secos los ríos adelgazan y se pierden en las llanuras; algunos meandros quedan aislados, como lagunas de formas caprichosas en las que florecen los lirios.
Hacia el Este, un interminable precipicio de decenas de kilómetros y de más de cien metros de altura se pierde en la lejanía y forma la frontera con la Tierra de Arnhem, una región en la que los balanda —los hombres blancos, los no aborígenes— sólo pueden entrar después de conseguir un permiso. Al oeste del barranco se extiende el parque nacional de Kakadu.
Es difícil referirse a este parque sin usar los superlativos. Se conserva como uno de esos lugares de naturaleza intacta que son un mundo en sí mismos. En sus 17.000 kilómetros cuadrados —una extensión comparable a la de la provincia de Cuenca— se han registrado más de mil especies de plantas, 4.500 de insectos, 275 de aves, 75 de reptiles y 50 de mamíferos. Su paisaje cambia desde las mesetas rocosas —formadas hace 1.600 millones de años— a las marismas y llanuras inundadas, desde los bosques de eucaliptos a los manglares.
Para los gagadu, los habitantes tradicionales de este rincón prístino del planeta, esta clasificación con tantos números no tiene importancia ya que no hay diferencia entre las rocas, los árboles, los animales y el hombre, porque todo constituye una unidad en la propia naturaleza. No se sabe cuándo llegaron a las tierras de Kakadu —el nombre del parque es una deformación del suyo propio—, probablemente hace 2.000 generaciones. Desde entonces han mantenido intacto el lugar, adaptándose a él. De su paso quedan más de 5.000 enclaves con pinturas rupestres.
Si, como afirman muchos investigadores, algunas cuentan 35.000 años, Kakadu no sería sólo uno de los más grandes museos del mundo, sino también uno de los que tienen más historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario