Lo realmente interesante de las pinturas rupestres del Parque Nacional de Kakadu no estriba en su belleza, sino en que recorren una extensa tradición cultural que se remonta muchos milenios atrás y llega hasta nuestros días. Así, en un mismo abrigo rocoso conviven las representaciones de animales, hombres o espíritus realizadas hace 25 y 25.000 años. Los gagadu afirman que las más antiguas no fueron dibujadas por humanos, sino por espíritus. Y desde entonces, el acto de pintar conecta a la persona con el Ensueño, es decir, con el comienzo de la vida y con su continuación en el futuro.
La palabra y la historia son fundamentales en una sociedad sin escritura. Así, desde hace milenios se sabe que, antes de que existiera el tiempo y el universo tuviera forma, Warramurrungunyi surgió del mar. Luego creó la Tierra, al hombre y le dio el lenguaje. Después llegaron otros creadores, como Marrawuti, el águila marina, que trajo los lirios y se lleva el alma de los muertos; o Ginga, el cocodrilo ancestral, que hizo las rocas; o Almuy, la “serpiente del arco iris”, que creó las colinas y las pozas profundas, y trae cada año la estación de las lluvias y la renovación de la vida.
Cuando terminaron su trabajo entraron en el paisaje, donde permanecen a la vista en algún punto destacado. Son "lugares del Ensueño", centros de energía a los que hay que acercarse con respeto.
Todos ellos, después de crear el mundo, encargaron al hombre la tarea de conservarlo. Y así, el Ensueño es la fuerza que mantiene al ser humano en armonía con el entorno. Por ello, a pesar de estar habitado desde hace miles de años, la mano del hombre no ha modificado Kakadu sustancialmente. Ni en lo físico ni en lo espiritual. Aquí se ha pintado a Almuy sin interrupción desde hace 10.000 años, lo que le convierte en el símbolo religioso continuamente reverenciado más antiguo del mundo.
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