Lavaudieu. Foto: ángel M. Bermejo (c) |
He ido de viaje a Francia unas cuantas veces: a París, a otras capitales de departamento y al campo; al norte, al sur, al este y al oeste. Y siempre, siempre, he sentido una profunda envidia por lo bien cuidado que está el campo francés. Vas por ahí y encuentras campos de cultivo, industrias, carreteras, pero siempre tienes la sensación de que todo está cuidado con un mimo exquisito. La presencia de centrales nucleares es un tema aparte que trastorna algunos de estos paisajes, pero es algo tan complicado que prefiero no tratarlo aquí.
Y cuando entras en un pueblo, por pequeño que sea, te empiezas a acordar de todos los que han tenido responsabilidades en la protección del patrimonio español. Y no sólo de la arquitectura monumental, de los castillos y las iglesias, sino también del paisaje, del conjunto de las aldeas y de los grandes pueblos. No hay nada como cruzar la frontera para ver cómo se valora el patrimonio de todos al norte de los Pirineos. Lo curioso es que la extensión de la Francia continental es muy similar a la de la España peninsular, sólo que con 20 millones más de habitantes, por lo que, a primera vista, se podría pensar que su territorio estaría mucho más deteriorado. Pero no es así.
Y si visitas alguno de los pueblos más bellos de Francia ves que la protección, el mimo con que cuidan lo suyo, alcanzan cotas casi siempre inimaginables en España.
En Francia hay unos 32.000 pueblos, y sólo 156 de ellos tienen derecho a ostentar el sello de Les plus beaux villages de France. En Auvernia hay 11 pueblos con esta distinción. En este viaje tuve ocasión de visitar dos de ellos: Montpeyroux y Lavaudieu.
Montpeyroux. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Me encantaría estar equivocado, pero no conozco una iniciativa semejante en España.
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