Sede de la Fundación Mapfre en Madrid. Foto: Ángel M. Bermejo (c) Dentro de la historia de la fotografía, aquéllas clásicas de París forman para mí una categoría aparte. Me pones delante una foto en blanco y negro de París y me gusta. Otro día podemos hablar de Doisneau, de Brassaï y tantos otros, pero hoy toca acordarnos de uno muy anterior a ellos, Eugène Atget (1857-1927). La razón está clara: hay una estupenda exposición de sus fotografías en la sala de exposiciones Recoletos de la Fundación Mapfre en Madrid. Atget es un clásico de la historia de la fotografía, y así está reconocido en los libros de los que saben. Atget, sin embargo, sólo llegó a la fotografía después de fracasar en una larga serie de oficios. Empezó a hacer fotografías muy a finales del siglo XIX y para colmo lo hizo con técnicas que ya en ese tiempo eran antiguas, y se conformaba con considerarlas “documentos”. Y así documentó las formas de vida parisienses que en esa época estaban condenadas a desaparecer, debido sobre todo a las transformaciones planificadas por Haussmann. Fotografió vendedores ambulantes, mozos de mudanzas, cantantes callejeros, pescaderas, prostitutas, etc. Me encanta monsieur Atget. Sin embargo, en la mayor parte de sus fotografías no hay personas. Son rincones, calles, edificios, detalles de París. Las hacía generalmente al amanecer con una cámara antigua de placas sobre un trípode, y las copias las hacía por contacto casi siempre en papel albuminado. La ausencia de transeúntes confiere a las imágenes una curiosa sensación de vacío. Parece ser que a los surrealistas les encantaban estas imágenes mágicas e inquietantes de atmósferas vacías, eso que transita entre la realidad y el sueño. Atget quería ser un documentalista del viejo París que desaparecía y se convirtió en un revolucionario de la fotografía. Según Robert Desnos, sus fotos son el reflejo de la visión que un poeta lega a los poetas. Un detalle que merece la pena señalarse es que la mayoría de las fotografías que se muestran en la exposición son las copias originales que el propio Atget realizaba en su destartalado taller poco después de obtener la placa. Resulta emocionante estar delante de copias hechas por contacto en papel albuminado hace más de 100 años. El detalle es maravilloso. (Hay un libro estupendo con fotos de Atget publicado por Taschen: Paris, de esos que cuestan 9'95 euros; pero claro, no son copias por contacto en papel albuminado, y se nota). |
P.D. Me hubiera gustado hacer alguna foto de la sala de exposiciones, gente mirando las fotos o algo así, pero el vigilante me advirtió de que estaba terminantemente prohibido.
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