Todas las fotos: Le Puy-en-Velay. Ángel M. Bermejo (c) |
Si se ojean por encima las guías que existen sobre el Camino de Santiago pueden surgir dos ideas erróneas: que sólo existió -y existe- una ruta y que ésta tenía dos arranques que surgen en los Pirineos.
Sin embargo, en realidad siempre hubo una infinidad de caminos (de los que cada vez hay más información) y en la mayoría de ellos la cordillera pirenaica era sólo una etapa más en un viaje que había empezado mucho antes.
Cuatro rutas principales atravesaban Francia pero otras más, secundarias, confluían en ellas, formando una especie de tela de araña. Todas, eso sí, enfilaban hacia el poniente, hacia Santiago y, tal vez, Finisterre.
Desde el origen de la peregrinación, hace más de mil años, la mayoría de los peregrinos ha venido a través de Francia. Y muchos de los que pasan por Roncesvalles no están empezando el Camino, sino que llevan ya un mes en él.
El primer peregrino del que se tiene noticia es Gotescalco, obispo de Le Puy-en-Velay que, a mediados del siglo X, emprendió la ruta hacia Santiago. Por supuesto, iba bien acompañado de soldados, juglares y cocineros.
A su regreso convirtió a la sede de su obispado, Le Puy-en-Velay, en el punto de partida de la vía Podiensis, una de las cuatro más importantes y que llegó a canalizar a todos los peregrinos provenientes del valle del Ródano, de Suiza y de parte de Alemania.
Le Puy-en-Velay ya era hace mil años un importante centro de peregrinaciones, centradas en su Virgen Negra.
El lugar, en plena Auvernia, tiene algo que impone: en un valle cóncavo afloran pitones volcánicos, rocas insólitas que atraen desde hace siglos por algún tipo de magnetismo. Algunas de estas protuberancias, como la Aiguilhe o Corneille están coronados por iglesias o estatuas gigantescas de la Virgen. La ciudad antigua de Le Puy se desparrama por las cuestas de un promontorio, casas apretadas y calles en cuesta alrededor de la catedral. El plano de las calles tiene algo de laberinto, y parece que se refleja en los encajes que las artesanas locales trabajan con mano maestra.
A las siete de la mañana hay misa de peregrinos en la catedral de Notre-Dame de l'Annonciation. Los que emprenden el Camino sellan a continuación sus credenciales y se ponen en marcha.
Probablemente la tarde anterior han subido a la Aiguilhe, un pitón rocoso coronado por la capilla de Saint -Michel. La torre de su campanario parece prolongar hacia el cielo la forma fina de la aguja rocosa. Esta capilla fue construida por Gotescalco a la vuelta de su peregrinación a Santiago, y para él fue la “capilla del regreso”. Como la vida gusta de las simetrías ligeramente desenfocadas, desde hace un milenio esta “capilla del regreso” es la “capilla de la partida” para los peregrinos a Santiago.
Cuando, un mes después, pasen por Roncesvalles (ese lugar tan destacado en las guías españolas del Camino) estarán en mitad de la ruta.
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