Quiero terminar la serie sobre Ladakh destacando la importancia de Himalan Homestays.
A lo largo de los años he hecho diferentes trekkings en distintos países del mundo, y las caminatas por Ladakh figuran entre las más memorables. Y no sólo por la indudable espectacularidad de los parajes por los que pasé. Tiene que ver, sobre todo, con la opción que elegí que fue hacer una caminata de varios días alojándome en las casas acogidas a esta iniciativa.
La idea es simple: llegamos los extranjeros en busca de emociones, experiencias, etc., a un lugar apartado, las tenemos, nos vamos, y los habitantes del lugar, muchas veces gente muy pobre, se queda viéndonos pasar y nada más. A veces incluso se quedan con nuestra basura. Éste es un tema sobre el que habría que pensar seriamente todos los que de una manera u otra trabajamos en los sectores de los viajes y el turismo. Nuestros viajes tienen que suponer una ventaja para los lugares que nos reciben. Algún beneficio tiene que quedar. Si no es así, algo está fallando.
En lugares muy remotos y con ecosistemas muy frágiles, la llegada de unos pocos cientos de visitantes puede arruinar un paraje. Ladakh es un lugar que corre este peligro.
Si te pones a caminar, llegas a una granja remota, pasas por un campo, y no dejas nada, estás dejando malestar, estás molestando con tu paso. Tú disfrutas, pero la gente no.
La iniciativa de Himalayan Homestays trata de unir ambos ideales: unas vacaciones interesantes, instructivas, que despejan la mente, con algún beneficio económico para los pobres campesinos por cuyas casas pasas.
La idea es muy sencilla. Contratas una excursión, sales de Leh, y con un transporte llegas al punto de inicio de la caminata. Empiezas a caminar y esa tarde llegas a una granja en mitad de la nada donde puedes cenar, dormir y desayunar. Y, lo que es más importante, puedes conocer algo de la vida de esa familia que vive ahí. Luego te dan algo para comer que te llevas. Así caminas todo el día y llegas por la tarde a otra casa, y se repite la jugada: cenas, duermes y desayunas allí, y te dan la comida para el día siguiente. Y así sucesivamente. La cuestión, oh milagro, es que ellos ganan algo con esta jugada, no se convierten en meros espectadores de tu paso. El turismo, los viajes, pueden aportar algo a sociuedades frágiles y apartadas si se hace bien, con organización, con modestia y con ganas.
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