viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Dónde estabas el 11 de septiembre de 2001?

Es la pregunta que más se hace estos días: ¿dónde estabas el 11 de septiembre de 2001?



Otra pregunta que puede plantearse es si es posible que alguien no se enterara en ese mismo momento del más violento atentado terrorista de la historia, que fue retransmitido al mundo entero en vivo casi desde el principio.


Pues sí, es posible. A mí me pasó, y no estaba perdido en la selva amazónica. Estaba en Europa, en Italia, y no me enteré de nada hasta el día siguiente.


Hay que tener en cuenta que hace diez años el uso de teléfonos móviles estaba mucho menos extendido que en la actualidad y que no existían las redes sociales. Estaba la televisión y la radio. Y ese día esos dos medios no existieron para mí.


A la hora de los atentados, me encontraba en Siracusa, en el sur de Italia. Pero no en la ciudad sino en el Parque Arqueológico, rodeado de otros turistas, ajenos como yo a lo que estaba ocurriendo en Nueva York.


Y desde Siracusa me fui a Noto, y esto es lo que quiero contar. Noto es una de las ciudades pequeñas más hermosas de Europa. Un perfecto conjunto barroco, planificado de principio a fin por Giuseppe Lanza a finales del siglo XVII


Cabe preguntarse por qué este aristócrata siciliano-español tuvo que crear una ciudad entera de la nada. La respuesta es porque la ciudad de Noto, la que ahora es conocida como Noto Antica, había sido arrasada completamente por un terremoto.


Pocos días después del terremoto, Giuseppe Lanza recorrió la zona devastada y, según sus palabras, no encontró más que “un montón de piedras abandonadas”. Después de pasar por Noto fui e mi coche alquilado a Noto Antica y recorrí un lugar desolado, sin pensar, sin poder pensar, que algo parecido estaba ocurriendo en ese mismo momento en otro lugar del mundo. Apenas me cruce con nadie en Noto (imagino que todo el mundo estaba en casa pegado al televisor) y no vi a nadie en Noto Antica.


Llamé por teléfono a un alojamiento rural. Sí tenían habitación, así que me dirigí al lugar, una granja con unas pocas habitaciones y un restaurante. Llegué en mal momento: todos estaban ocupadísimos preparando un banquete nupcial que se celebraba allí mismo, y una persona me entregó la llave de la habitación casi sin mirarme y siguió con sus tareas. Pregunté si podía cenar allí. Por supuesto, me dijeron, tenemos un menú.


El menú en cuestión resultó ser el de la boda. Nunca en la vida me han ofrecido en un restaurante un menú del día con semejante cantidad de platos: entremeses de todo tipo, pasta, pescados, carnes, postres. Recuerdo que al llegar al octavo plato dije que no quería más, y todavía no habían llegado los platos fuertes, los filetes, los guisos y todo eso, que los invitados devoraban con deleite. Me extrañó que, en el banquete, uno de los invitados llevara unos auriculares puestos.

Estaba agotado después de varios días dando tumbos por Sicilia, así que brindé por los novios y me fui a la habitación. Había un televisor en una esquina, pero no se me ocurrió conectarlo.





1 comentario:

  1. Era un día de trabajo como otro cualquiera, y estaba tomando un café después de comer cuando se estrello el segundo avión,se me pusieron los pelos de punta, terrible día.
    Un saludo

    ResponderEliminar