miércoles, 9 de noviembre de 2011

Sinkiang (China), los oasis perdidos

Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Turfán sería un paraje inhóspito dentro del desierto de Taklamakán si no fuera por los karez, una serie de canales subterráneos de varios kilómetros de longitud que traen el agua de las colinas. Es una de las obras de ingeniería más sorprendentes del mundo, casi 500 canales que sumados forman una red de más de 1.600 kilómetros de túneles. Todos excavados con la pendiente necesaria para que el agua corra y aflore en el lugar deseado. Algunos tienen más de 2.000 años de antigüedad. La idea de los karez, como tantas otras cosas, llegó del Oeste a través de la Ruta de la Seda, junto a la uva, el melocotón y el algodón que todavía se cultivan gracias al agua traída por los canales.


Turfán, Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Marco Polo pasó por aquí de camino a China, y refiere que sus habitantes consideraban que sus reyes no nacían de mujer, sino de la tierra.
En busca de este mundo fabuloso, poblado de leyendas, fui de camino a Gaochang, una ciudad fantasma cuyos restos se encuentran al pie de las Montañas Ardientes. Ahora está completamente abandonada. Allí deambulé entre restos de murallas de 12 metros de espesor, ruinas de templos antiguos, de palacios de otro tiempo. Gaochang fue, desde el siglo VII, una de las etapas importantes de la Ruta de la Seda.


Gaochang, Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Era la capital de un pequeño reino budista, pero las caravanas trajeron el maniqueísmo y el nestorianismo, antes de que la región entera se convirtiera al islam. Todavía se distinguen, en los monasterios, imágenes desfiguradas de Buda.
Un viajero de principios del siglo XX refería la creencia local de que los seres pintados en sus paredes –ya fueran hombres o animales- volvían a la vida por la noche y atacaban a los campesinos. Esta idea desafortunada condujo a la destrucción casi completa de un tesoro artístico.


Bezeklik, Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c)
Sin embargo, muchas otras pinturas se salvaron en Sinkiang al caer en el olvido. Muy cerca, las cuevas de los Mil Budas de Bezeklik, cubiertas durante siglos por las arenas, guardan algunas maravillas. Las grutas se abren en un barranco del río Murtuk, y formaban un centro religioso en el que dejaron su huella todas las religiones que, junto a mercancías exquisitas, circulaban por la Ruta de la Seda.

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