Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Turfán, Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
En busca de este mundo fabuloso, poblado de leyendas, fui de camino a Gaochang, una ciudad fantasma cuyos restos se encuentran al pie de las Montañas Ardientes. Ahora está completamente abandonada. Allí deambulé entre restos de murallas de 12 metros de espesor, ruinas de templos antiguos, de palacios de otro tiempo. Gaochang fue, desde el siglo VII, una de las etapas importantes de la Ruta de la Seda.
Era la capital de un pequeño reino budista, pero las caravanas trajeron el maniqueísmo y el nestorianismo, antes de que la región entera se convirtiera al islam. Todavía se distinguen, en los monasterios, imágenes desfiguradas de Buda.
Gaochang, Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Un viajero de principios del siglo XX refería la creencia local de que los seres pintados en sus paredes –ya fueran hombres o animales- volvían a la vida por la noche y atacaban a los campesinos. Esta idea desafortunada condujo a la destrucción casi completa de un tesoro artístico.
Sin embargo, muchas otras pinturas se salvaron en Sinkiang al caer en el olvido. Muy cerca, las cuevas de los Mil Budas de Bezeklik, cubiertas durante siglos por las arenas, guardan algunas maravillas. Las grutas se abren en un barranco del río Murtuk, y formaban un centro religioso en el que dejaron su huella todas las religiones que, junto a mercancías exquisitas, circulaban por la Ruta de la Seda.
Bezeklik, Sinkiang. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
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