Aracataca, Colombia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
No hay paisaje comparable en todo el mundo. Se sale de Barranquilla, se cruza el río Magdalena, y la carretera sigue durante kilómetros por una lengua de arena que separa el mar Caribe de la Ciénaga Grande. El calor aplasta como una losa sobre los hombros en cualquier momento del año.
Este mundo acuático, horizontal, se rompe en el horizonte con las primeras estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. No es cualquier cosa: se trata de la cordillera costera más alta del planeta, que alcanza los 5.775 m. Picos cubiertos de nieves eternas a dos pasos de la costa tórrida.
Pero el paisaje incomparable no es el que se ve, sino el que se lleva dentro. El que se lleva dentro cuando se toma el desvío hacia el sur y se va camino de Aracataca, en busca del universo que ha inspirado la obra de García Márquez: un mundo exagerado y extremo en el que el realismo mágico es, simplemente, realismo.
Es posible que Aracataca sea el origen de Macondo, ese lugar inexistente que sólo cobra vida en La hojarasca y, sobre todo, en Cien años de soledad. En esta novela se revive la historia de la costa colombiana, las guerras interminables entre liberales y conservadores, la fiebre de los platanales que trajo la riqueza y la desgracia a la región -el éxito económico atrajo a inmigrantes de todos los orígenes y el atraso social condujo a una huelga que acabó con la masacre de los manifestantes-, pero también los milagros de las mujeres que ascendían a los cielos arrastradas por las sábanas y la obsesión de los artesanos de filigranas de oro.
Aracataca, Colombia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Fui a Aracataca buscando la casa natal de GGM. Y a lo largo de toda la costa tropecé de cuando en cuando con su presencia patriarcal. Y, sobre todo, con el espejo de alguna de sus criaturas.
Y allí estaba la casa familiar muchas veces reconstruida y ahora convertida en museo, y la casa del Telegrafista, que recuerda la profesión del padre del escritor. Y la calle de los Turcos —llamada así porque en ella instalaban sus tiendas los comerciantes sirios y libaneses—, y los restos de una fábrica de hielo.
Casa natal de GGM, Aracataca, Colombia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
La casa. La casa de sus dos nacimientos: el del 6 de marzo de 1927 y el de marzo de 1952. El de hace 60 es el más importante para la literatura, que fue cuando “Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa” según cuenta en la primera frase de Vivir para contarla, su autobiografía.
En otros lugares ha confesado que todos los días se despierta con la impresión de que ha soñado que está en esa casa. La casa de los abuelos, en la que vivió hasta los ocho años o diez años. Una casa llena de fantasmas, donde se trataba con la misma naturalidad a los vivos que a los muertos.
Fue con su madre a vender la casa, y en ese viaje tan corto encontró ruina y soledad. También se dio cuenta de que no conseguiría escribir una buena novela con las ideas que tenía hasta entonces. Necesitaba recuperar su infancia, pero también el tiempo de sus abuelos. El año siguiente emprendió un viaje por Valledupar y la Guajira con Rafael Escalona —tal vez el único personaje que aparece con su nombre y apellido reales en Cien años de soledad—, en busca de los personajes y los escenarios de las historias que había oído contar en la vieja casa de Aracataca. En ese viaje conoció a Lisandro Pacheco y GGM supo que su abuelo había matado al abuelo de Lisandro en un duelo. Sellaron el encuentro con una juerga de tres días y tres noches. Lisandro se convirtió en su guía por la zona. Sí, en este viaje encontró las historias y la manera de darles forma que condujeron a la creación de Cien años de soledad.
Ese duelo ocurrió en Barrancas el 19 de octubre de 1908. También hay quien dice que esa fecha es tan importante o más que la de su nacimiento real. Tras el duelo, el abuelo de GGM tuvo que vivir una serie de peripecias que entre otras cosas le llevaron a instalarse con su familia en Aracataca.
Aracataca, Colombia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Fui a la casa de Aracataca y encontré una vivienda modesta, antigua, comida por la humedad. En ese ambiente de decaimiento, tiempo pasado y un punto de tristeza había una foto que parecía fuera de lugar: GGM con el rey de Suecia. El día que le dieron el Nobel.
Pasé al patio trasero. Allí estaba el gran ficus, el inmenso ficus, y unos muchachos jugaban al fútbol. Ninguno de ellos era Mauricio Babilonia, porque a ninguno de ellos le precedía una nube de mariposas.
Casa natal de GGM, Aracataca, Colombia. Foto: Ángel M. Bermejo (c) |
Cuando GGM vino con su madre a vender la casa hacía ya mucho tiempo que había pasado el esplendor bananero. Era el momento de vivir la leyenda. La fábrica de hielo se había deshecho por el calor, pero su recuerdo permanecía.
Así que aquí empezó todo. Y por eso recuerdo la presencia fantasmal de Gabo, que revolotea sobre todo esta tierra colombiana como una nube de mariposas amarillas.
Mister Angel, amigo de la buena vida. Esperamos que pronto vuelva para tambien visitar a la Tumba de Melquiades, para que conozcas el Bosque del Realismo Magico y mucho mas ;)
ResponderEliminarLe invito a mi casa en Aracataca; www.thegypsyresidence.com
Saludos cordiales
Estimado Tim, espero poder volver en alguna ocasión. Allí nos encontraremos. Un saludo y le agradezco su visita y su comentario.
ResponderEliminarEnamorada. Deseo conocer todo ese lugar, ya que no puedo ser uno de los revolcones de Florentino Ariza ni la amante vitalicia del Gabo.
ResponderEliminarUn bello lugar, donde nacio alguien que todos queremos!!!!
ResponderEliminarMis mejores deseos a todos!!
Descubrir cómo otras culturas decoran sus hogares es como abrir una puerta a un mundo de creatividad y significado. Desde la simplicidad zen de Japón hasta la opulencia vibrante de la India, cada cultura aporta su propia esencia a la decoración del hogar. Explorar estas tradiciones es un viaje fascinante hacia la diversidad y la belleza del mundo
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