Foto: Gregor Krause. Tropenmuseum of the Royal Tropical Institute (KIT) |
En
agosto de 1912, Gregor Krause —entonces un joven doctor alemán que
trabajaba para el gobierno de las Indias Orientales holandesas— fue
destinado al remoto puesto de Bangli, en el interior de la isla de
Bali. Su trabajo era atender a la población local y su misión duró
18 meses.
Debemos
pensar que Krause
llevó a cabo su trabajo con la aplicación debida, pero dedicó todo el tiempo libre disponible para estudiar la cultura local y a viajar por las zonas cercanas a su hospital.
llevó a cabo su trabajo con la aplicación debida, pero dedicó todo el tiempo libre disponible para estudiar la cultura local y a viajar por las zonas cercanas a su hospital.
Lo
peculiar del caso es que Krause disponía de una de las primeras
cámaras realmente pequeñas, manejables y portátiles que se
empezaban a fabricar en esos tiempos. Por ello, en ese año y medio
pudo documentar la vida tradicional de los balineses como nunca antes
se había podido hacer. Y como se hizo en esos años en muy pocos
lugares del mundo.
Bali
1912, el trabajo de Krause, fue publicado en 1920 en Alemania, en un momento en el que el país se recuperaba
malamente de las heridas de la Gran Guerra. Es difícil imaginar
la impresión que causó ese libro en un ese momento.
Las
imágenes de un mundo idílico, tropical, paradisiaco, tocaron la
fibra sensible de una sociedad que acababa de pasar por una guerra y
que además se enfrentaba a los problemas del momento en las
sociedades industrializadas.
Las
fotos (y los textos que las acompañaban) reflejaban una sociedad
primitiva y, aparentemente, sin esos problemas. Sin embargo, había
mucho que ocultar. Hacía poco que los holandeses habían terminado
de dominar la isla, y de hecho en los años precedentes a la llegada
de Krause — en 1906 y 1908— se habían producido dos puputan, suicidios rituales en masa para protestar por esta invasión.
Krause habla del puputan de 1906 de pasada.
Bali 1912, de Gregor Krause, January Books, 1988 |
Pero
todo ello no quedaba patente en las fotos del paraíso. O nadie
pensaba en ello al ver las fotos de las ceremonias en los templos, de
escenas en los mercados y, sobre todo, de mujeres con el pecho
descubierto y de jóvenes desnudos que se bañaban en un estado que
recordaba las imágenes soñadas del noble salvaje, de la inocencia
perdida, de la vida feliz bajo las palmeras. La obra de Krause
influyó decisivamente en artistas como Miguel Covarrubias
y Walter Spies, que fueron los que dieron a conocer en todo el mundo la imagen
idílica de Bali.
La
primera vez que llegué a Bali, hace ya más de 20 años, me alojé
en casa de un pintor, en una de las aldeas de los alrededores de
Ubud. En esa casa hombres y mujeres iban con el pecho descubierto. Lo
primero que vi al dirigirme a Ubud fue la cremación de un príncipe.
Parecía que había encontrado el Bali de otro tiempo, el soñado.
Pero
ya entonces “el Bali auténtico había desaparecido”, decían los
libros y las crónicas de aquéllos que se habían
instalado en la isla décadas antes. Bali estaba ya bien asentado
como uno de los grandes destinos turísticos mundiales y buena parte
de la actividad de los balineses estaba orientada al mercado
turístico.
He
tenido ocasión de volver varias veces al cabo de los años y siempre
observo que ese proceso de transformación hacia un producto
turístico se acentúa más y más. Supongo que yo mismo formo parte
de esta dinámica, como todos los que viajamos.
Pero
siempre, siempre, en cuanto me he desviado un poco de los senderos
trillados he podido vislumbrar algo de ese Bali eterno. Mujeres que
hacen ofrendas en lugares donde aparentemente no hay nadie, agricultores que
defienden sus campos de arroz de los pájaros y los demonios,
pescadores que atracan sus barcas en la arena de la playa...
Algunas
de las fotos de Krause que más impactaron a la sociedad europea de
1920 fueron las de los jóvenes que se bañaban desnudos. Imágenes
sensuales que transmitían la ilusión de una Arcadia perdida que Gauguin habría pintado con mucho gusto. Krause fue el primero que llegó con una cámara y pudo fotografiar
a placer. Ahora está muy mal visto fotografiar a la gente que se
baña desnuda. Porque ellos lo siguen haciendo.
Una
vez, visitando Tirta Empul, un templo famoso por sus fuentes
sagradas, pude observar a un grupo que tomaba un baño ritual.
Discretamente me alejé de la parte donde estaban las mujeres y me
acerqué a la de los hombres. Uno
me vio y me invitó a unirme a ellos. Allí
nadie usaba bañador así que desnudo me uní al grupo que se bañaba
en una piscina centenaria adornada de estatuas de dioses cubiertos de
verdín. Creo que fue Nehru quien dijo que Bali
era ¨la mañana del mundo¨,
y en ese momento estuve plenamente de acuerdo con él.
P.D.
La última vez que estuve en Bali compré una edición relativamente reciente de Bali 1912,
la que ahora estoy leyendo mientras sueño con volver.
Totalmente de acuerdo con que Bali es "la mañana del mundo" pero no la del macro-turismo si no la de los rincones que se pueden (o podían) encontrar fuera de las playas, entre arrozales y templos, a golpe de pedal o de chancla. Aunque quizá Occidente sigue pensando en los balineses con el filtro pseudoromántico de principios del XX aunque, cuanto más se vuelve más desaparece... Siempre para bien aunque se descubran claroscuros
ResponderEliminarUn lugar maravilloso! Enhorabuena por el post :)
ResponderEliminarSolo viajando si prisas se pueden tener experiencias tan bonitas como esta, Ángel. Y hablando de fotos, ¿hiciste alguna?
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