La
manera más directa y emocionante de hablar de viajes siempre ha sido
hacerlo en primera persona. Porque los viajes son experiencias
personales, emociones, ilusiones cumplidas o frustradas,
descubrimientos. Oír, leer a alguien contar un viaje —sea junto a un fuego o en un libro o en un blog— es la manera
más fácil de que te entren ganas de viajar, de conocer un lugar, de
conocer gente que vive en otro lugar.
Sin
embargo
, ésta ha sido una de las grandes carencias de la prensa tradicional de viajes: muchos periódicos, suplementos y revistas se han resistido siempre a dejarnos escribir en primera persona. Sí, ya sé que ahora se pueden presentar varios ejemplos que desmienten lo que acabo de decir, pero si echamos la mirada atrás un poco nos daremos cuenta de que, en su mayoría, los reportajes de viajes no se han escrito de esta manera.
, ésta ha sido una de las grandes carencias de la prensa tradicional de viajes: muchos periódicos, suplementos y revistas se han resistido siempre a dejarnos escribir en primera persona. Sí, ya sé que ahora se pueden presentar varios ejemplos que desmienten lo que acabo de decir, pero si echamos la mirada atrás un poco nos daremos cuenta de que, en su mayoría, los reportajes de viajes no se han escrito de esta manera.
Tengo
una teoría al respecto: la prensa de viajes no se ha ocupado de
transmitir emociones y experiencias sino de dar información de lo
que el viajero va a encontrar. Si tú ibas a Marruecos y conocías a
alguien que te invitaba a una boda y pasabas tres días viviendo una
experiencia maravillosa, luego cuando escribías para una revista no
podías describir esa vivencia sino que tenías que hablar de
mezquitas, zocos, qué comprar y qué comer. ¿Por qué? Pues porque
es posible que si el lector fuera a Marruecos no encontraría a nadie
que le invitara a una boda, pero sí es seguro que si vas a tal museo
y pagas la entrada vas a ver tal cosa y que si vas a ta restaurante
vas a comer esta otra. La emoción no importaba.
Me
pongo a pensar y creo que el primero que me pidió que contara un
viaje en primera persona —centrándome en mis vivencias, en lo que
había vivido y sentido, en lo que había experimentado y
descubierto— para publicarlo en una revista fue Enrique Meneses,
entonces director de la revista Los
aventureros.
Corría el lejano año de 1985
En
esa revista escribía gente como Manuel Leguineche, Miguel de la
Quadra-Salcedo, Carmen Sarmiento y Jesús Torbado. Pero yo tenía un
par de reportajes de África que me parecían interesantes así que
le llamé. Me dijo que le llevara las diapositivas. La redacción de
Los
aventureros
era lo menos romántico que uno pueda imaginarse, una habitación en
San Romualdo 26, tal vez el edificio más delirante de Madrid. Allí
pones una cámara en un pasillo y te sale una película de miedo
quieras o no.
Le
enseñé las fotos y le conté mi viaje por el río Níger en
piragua. Enrique decidió que lo publicaba en el siguiente número.
Quería que contara cómo había sido un viaje relativamente largo
por África, sin dinero, sin guía, descubriendo algo nuevo cada día.
Que contara lo que había visto, pero también cómo lo había visto.
Con
el tiempo me publicó otros reportajes. Recuerdo que algunas veces me
citaba en su casa, ese ahora legendario piso de la Ciudad de los
Periodistas. Pero yo no acudía en plan de peregrinación al templo
del maestro, sino a llevar o a recoger fotos y textos. Me da por pensar que ese
tugurio que tenía por redacción era tan deprimente que prefería
trabajar en casa.
Fue
en esa época cuando encontré un libro suyo, un
libro cuyo título de tres palabras es el mejor resumen de cómo debe
uno enfrentarse a esta profesión de ver y contar cosas: Escrito
en carne.
Devoré el libro. Lo compré un 7 de enero —ya es casualidad— y
lo terminé dos días después. En él cuenta algunas de sus
aventuras al realizar sus reportajes en Oriente Medio, en Cuba o en
Estados Unidos. Me impresionó su viaje de El Cairo a El Cabo. El
libro está absolutamente descatalogado, pero esas historias las ha
contado en otros libros más accesibles.
Muchas
veces, a lo largo de los años, he pensado que si hubiera habido más
gente como Enrique Meneses a cargo de las revistas de viajes —periodistas que hubieran viajado de verdad, y más preocupados por la gente que
encuentras y por lo que vives que por lo que compras— tal vez la
prensa de viajes se habría desarrollado de una manera diferente.
La
semana pasada busqué en Amazon libros suyos y compré Hasta aquí hemos llegado.
Debería llegarme hoy. Ya es casualidad.
Precioso, Ángel; me ha encantado. Yo no tuve la suerte de conocer a Enrique, pero le admiraba muchísimo. Gracias por la historia.
ResponderEliminarGracias Carmen por la visita y el comentario. Quedan sus libros para leer, muy recomendables.
EliminarSiempre escribir desde la primera persona, transmitir, potenciar, emocionar... Nada fácil; pero tan necesario. Y más hoy en día... Menos mal que al menos, nos quedan los ejemplos.
ResponderEliminarGracias por el psot
Creo que es la fórmula que mejor funciona, aunque no es la más fácil. Gracias por la visita y el comentario.
EliminarTienes mucha razón. Hoy en día el marketing emocional es fundamental en todo, la gente compra con el corazón, no con la cabeza
ResponderEliminarLo emocional es fundamental, en el marketing y en todo lo demás. Gracias por la visita y el comentario.
EliminarQue razón tienes, La manera más directa y emocionante de hablar de viajes siempre ha sido hacerlo en primera persona.
ResponderEliminarYo solo le añadiría algo más. Ahora con la conexiones a Internet de Alta Velocidad, yo le añadiría algún video en primera persona.
Sigue así
Alexander, no puedo estar más de acuerdo contigo, el vídeo es un arma fabulosa para contar historias. Gracias por la visita.
Eliminar¡Qué bien tirado, Ángel!! ¡¡Cuántas y cuántas veces me han echado atrás textos por decir lo que me parecían las cosas!!!: "La gente lo único que quiere saber es dónde ir, qué ver, dónde comer...", decían. Osea, textos de folleto más aburridos que contar ovejas. De ese mal han muerto muchas revistas de viajes -aunque luego le carguen el muerto a Internet-. Lo malo es que ahora vivimos la fiebre de lo contrario: el yoísmo y mi mismidad. Miles de blogs hablando de lo bien que comí, lo mal que lo pasé, lo astuto que soy... En fin... un brindis por los buenos textos -tan difíciles de parir-, que cuenten verdades y transiten de piel a piel.
ResponderEliminarPues eso, Javier, celebremos los buenos textos que cuentan historias y transmiten verdad (aunque sólo sea la del autor). Un abrazo
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