Kerala, la India de las especias, en la revista Altaïr

Kerala. Foto: Ángel M.Bermejo (c)

            Cuando me preguntan por mis destinos viajeros favoritos, casi siempre pienso en el sur de la India y, sobre todo, en Kerala. Es un estado minúsculo, una mínima parte del gran gigante indio, pero tiene unas características que lo hacen muy especial.

            Por un lado está la belleza del lugar, sus playas, sus canales —los famosos backwaters, las colinas tapizadas de cultivos de té— y, además, su historia. Hasta aquí llegó Vasco de Gama en su búsqueda de especias (sobre todo pimienta), que en ese tiempo tenían una importancia difícil de comprender en el momento actual. Pero antes que él habían llegado los mercaderes árabes, pero antes también los romanos y los chinos y quién sabe si también el rey Salomón enviaba barcos a esta región tan lejana como rica en especias.

Kerala. Foto: Ángel M.Bermejo (c)

             También está la cultura tradicional, un surtido de teatros rituales, fiestas de fábula, artes marciales milenarias, una gastronomía muy especial, los masajes ayurveda, etc. etc., que unido a lo anterior forman un cóctel de lo más atractivo.

            Pero claro, es la India, y todo lo anterior convive con una renta per cápita ínfima, una fracción mínima de las que tenemos en Europa.

            Sin embargo…

Kerala. Foto: Ángel M.Bermejo (c)

             Sin embargo, todo esto no va acompañado de las desastrosas cualidades de la vida de la gente corriente. La esperanza media de vida es de más de 70 años, la tasa de alfabetización alcanza proporciones altísimas y pocas mujeres tienen más de dos hijos. Además, fue el primer Estado de la India en el que se alcanzó una proporción equitativa entre hombres y mujeres ya que no se producen los abortos selectivos ni los infanticidios femeninos tan abundantes, por desgracia, en muchas otras partes del país.

            En comparación con otros Estados, el nivel de conflicto interreligioso es muy reducido, a pesar de las importantes minorías de musulmanes y cristianos (más del 20% de la población cada una). Al viajar por Kerala casi nunca he visto mendigos ni niños trabajando. Tampoco a personas haciendo sus necesidades en la calle ni vacas merodeando a sus anchas ni esos policías con su vara haciendo lo que les da la gana.

            No quisiera transmitir una imagen idealizada de Kerala, sólo contar que aquí las cosas no son tan malas como en otros lugares.

Kerala. Foto: Ángel M.Bermejo (c)

             Kerala ha sido para mí una experiencia viajera incomparable. Por su naturaleza, su historia y su cultura. Pero sobre todo por haber permitido entrar en contacto con una sociedad que ha conseguido unos determinados logros sociales. Y lo ha hecho, y lo repito, con una resta per cápita muy baja, menor que la media de la India. Es decir, por un camino muy diferente al que los economistas, los sociólogos y los listillos interesados insisten en dirigirnos. Tampoco ha sido necesario llevar a cabo nada que pueda ser calificado como revolución, ese recurso extremo que aparentemente es la única salida del túnel de las sociedades oprimidas.

Ahora tengo el gusto de participar con un artículo sobre los pooram en el monográfico de la revista Altaïr dedicado a Kerala. Reconozco que no soy muy objetivo en este caso, pero no puedo dejar de recomendarlo. En estos tiempos en los que usamos tanto internet, en los que leemos e-books, en los que hablamos de publicaciones digitales… si cae en tus manos una revista como Altaïr deseas fervientemente que no desaparezca nunca la prensa en papel. O por lo menos que no desaparezca toda la prensa en papel.