jueves, 9 de mayo de 2013

Altaïr se rinde ante la caída de publicidad



“La revista Altaïr tenía un equipo de redacción que trabajaba bien los temas y hacía trabajar bien a los colaboradores, que debían esforzarse en redondear perfectamente los textos. Lo mismo puede decirse de los responsables de la edición gráfica (con quienes tuve un contacto mucho menor). Al tratar destinos de forma monográfica, los cubrían en profundidad y me atrevo a decir que más que bien. Éstos iban desde tópicos tipo Londres, Roma y Berlín a apuestas arriesgadas como Kerala, Asia Central y Tahití, por lo que podía interesar a todo tipo de viajero. Como consecuencia de todo lo anterior, la revista desaparece del kiosko.” 


Como quiero contar lo mismo que hace tres años cuando me refería a Lonely Planet Magazine, me he copiado a mí mismo cambiando sólo los nombres. 


Cierra Altaïr y con ella desaparece del kiosko una revista singular, única. Muchos han dicho en los últimos años que era la mejor. Yo me quedo con que era una revista muy especial al menos por dos motivos: era monográfica y muchos de los lugares tratados no eran los que estamos acostumbrados a ver normalmente en la prensa. 

Ahora la cuestión está en decir por qué un producto que era alabado por mucha gente desaparece. Ahora tocará decir que es por internet, por la batalla entre el papel y la red. No sé cuántos tópicos falsos acabo de escribir en estas últimas líneas.


Altaïr cierra, como muchas otras publicaciones, por el descenso drástico de la publicidad. No hay que olvidar un hecho básico: las revistas no pueden vivir del kiosko. Ni Altaïr ni ninguna. La publicidad tiene que cubrir los gastos de papel e imprenta. Y si no, no. 

Altaïr ha hecho lo posible para mantener a sus fieles lectores, y nos recuerdan en su editorial de despedida que no han subido el precio del ejemplar desde hace ocho años. Me dicen que las ventas no han crecido últimamente pero que tampoco han bajado mucho.


De cualquier modo, si todos los que ahora se lamentan de la desaparición de Altaïr hubieran comprado dos o tres números al año, las ventas habrían sido fabulosas, quizá tendrían algo más de publicidad y por tanto podrían haber seguido un poco más. 


Sin embargo, desde hace un tiempo veo por todos lados que hay un cambio de “paradigma”, que nos pasamos del papel a internet. Yo creo que no estamos en una lucha entre papel e internet sino, simplemente, entre lo que hay que pagar y lo que no hay que pagar


Se ha instalado en la mente de muchas personas la idea de que hay cosas por las que no hay que pagar. Ahora no se paga por una revista, y punto. Como digas a los amigos en el barrio que te has gastado tres o cuatro euros en una revista te miran como a un bicho raro y te dicen que eres un pringao. ¡Gastarse dinero en una revista! ¡Dónde se ha visto eso!

La realidad está muy clara: no hay lugar en nuestra sociedad para un producto como Altaïr.

  

Y debemos saber que —al menos por ahora, y que yo sepa— no hay nada en internet comparable a Altaïr.

La información sobre viajes es de dos tipos muy diferentes. Una se refiere a cómo encontrar hoteles, restaurantes, transportes, lugares a visitar, etc., necesarios en nuestro viaje. Todos necesitamos esa información porque (casi) todos queremos y necesitamos la mejor relación calidad-precio. 

Pero la información sobre los viajes necesita otro componente, mucho más profundo, que tiene que ver con el conocimiento, con la forma de relacionarnos con la gente que encontramos, con la curiosidad por sus vidas, por su historia.  

Esta realidad es mucho más compleja que la búsqueda de un hotel barato, y por tanto la información sobre ella es mucho más difícil de conseguir y de transmitir. Muy pocos lo intentan, y Altaïr era (es todavía hoy, porque siguen trabajando en un número que saldrá pronto a la venta) uno de ellos.

Altaïr ha tenido dos épocas, una que se inició en 1991 en que trataba temas variados de todo el mundo como cualquier otra revista de viajes (aunque ya apuntaba modos diferentes), y la segunda desde 1999 como monográficos que es la que cerrará con el próximo número dedicado a los parques nacionales de Estados Unidos. 

He tenido la suerte de colaborar de forma regular con ellos desde el número 1 de la segunda etapa. En estos 14 años nos han hecho dar la vuelta almundo de una forma pausada, reflexiva y amena. Como lector he disfrutado mucho. Muchas gracias a ese consejo editor, a esa redacción (a todos los que han pasado por allí al cabo del tiempo) y a sus colaboradores (perdón por mi parte de autobombo).


Muchos estamos deseando que se inicie la tercera etapa de Altaïr. Para ir más lejos.

P.D. Después de escribir estas líneas veo que mi compañero y sin embargo amigo Paco Nadal ha escrito también sobre el tema en su blog. Igual que al principio me copiaba a mí mismo, ahora me inspiro en su titular.  

5 comentarios:

  1. Ángel, creo que te equivocas, y que esta reflexión peca un poco de corporativismo. No pongo en duda la altísima calidad de los reportajes de Altair ni la profesionalidad de todo su equipo de redacción. Pero sí que creo que internet tiene mucho que ver en esta debacle del papel. El problema no es internet en sí mismo (porque entre otras cosas, es parte de la solución) . Yo lo que creo es que el modelo de negocio está caduco y hay que cambiarlo, y aún no ha surgido nadie con la suficiente creatividad (desde el mundo empresarial), para revertir esta situación y volver a rentabilizar productos que de por sí son extremadamente buenos.
    Se está siguiendo el camino en caida libre de las discográficas, que se adaptaron tarde y mal a la revolución tecnológica de internet. La música sigue siendo buena, los consumidores, también siguen ahí. Es el modelo de negocio el que se ha hundido, precisamente por ese cambio de paradigma protagonizado por internet y que aún nadie ha sabido enfocar.
    La publicidad está reaccionando. Las empresas cada vez invierten más en publicidad digital, que en los soportes convencionales. Ningún anunciante quiere invertir a fondo perdido en formatos minoritarios, puesto que su leiv motiv es llevar su mensaje a la mayor cantidad de público objetivo posible. Añadámosle la crisis, y tenemos el cócktail perfecto para que productos como Altair vayan a una bancarrota económica.
    La publicidad también está sufriendo este cambio de paradigma, y los propios anunciantes apuntan soluciones que la industria va aceptando a regañadientes, pero es eso, o morir. Por ejemplo: Yo como propietario de una Pyme, necesito anunciar mi empresa. Pero no tengo los presupuestos ni los recursos para costearme campañas en medios tradicionalmente caros y que de ninguna manera pueden garantizar la repercusión en facturación. Por eso utilizo internet y sus redes sociales como plataforma publicitaria. Por otro lado dia sí, día también, visitan mi negocio comerciales de revistas, radios etc, ofreciéndome paquetes publicitarios a precios que suponen un descuento de más del 50% con respecto a los que facturaban hace dos o tres años (lo cual demuestra que los precios de esas épocas estaban vergonzosamente hinchados o como se dice ahora "por encima de sus posibilidades"), y que con la que está cayendo, buscan la forma de remediarse con la mitad. Pero no es suficiente. No se puede seguir vendiendo publicidad como se hacía antes ni siquiera con una política de precios a la baja. Hay que cambiar el modelo sí o sí.
    Personalmente, yo siempre ofrezco a esos comerciales una alternativa que estoy poniendo a prueba: Anúncienme ustedes, y por cada cliente que venga con un bono sacado de su publicación, yo les abono un 15% de la facturación de ese cliente. Al principio se tiraban de los pelos. Ahora ya dos publicaciones se han decidido a probar el sistema. No se si es una solución a largo plazo o si sólo funcionaría en el sector de pequeñas Pymes y comercios locales. Pero lo que tengo claro es que o reinventamos y probamos nuevas formas de enfocar el negocio y nos adaptamos a la obstinada realidad tecnológica actual, o sucumbirán discográficas, editoriales, agencias de publicidad, y todo lo que internet pueda llevarse por delante.

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  2. Sea o no debido a un cambio de paradigma (que es cierto que lo hay), y más allá del tema de la publicidad, para mí esta noticia es triste por el placer que era leer esos reportajes acompañados de unas fotografías estupendas, y poder palparlas en el papel.

    Y esa experiencia nunca va a ser la misma en formato digital.

    Es cierto que todo el mundo debe adaptarse a los nuevos tiempos, pero también es cierto que ciertos formatos físicos, muchos relacionados con la fotografía, no están caducos, porque nunca será lo mismo ver una fotografía impresa que en una pantalla.

    Estoy de acuerdo de que en gran parte el cierre de Altaïr se debe a esta costumbre en la que hemos caído de que como todo está en internet no tenemos que pagar por nada. Y claro, así es imposible sostener proyectos como éste.

    De cualquier manera, una lástima.

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  3. Yo que soy una enamorada del papel, además de trabajar en el mundo de la publicidad (de momento en papel), no puedo dejar de entristecerme. Si bien es verdad, que hay cosas que podrían pasar y no dejar huella, una revista como esta, con esas fotos y esos reportajes nos va a dejar un vacío muy grande! http://bit.ly/nhdtonh

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  4. Gracias por la cita, Ángel. Un análisis sosegado y profundo, como siempre. De todas formas, yo si creo que la culpa la tiene internet, y como consecuencia de ello, la caída de la publicidad. Pero sin lo primero no habría lo segundo (o al menos, no tanto)

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  5. sinó publicaba la revista chicas con poca ropa, o el viaje a tal lugar de cualquier personaje mediocre pero mediático nada resiste en un kiosko de revistas, sólo basta ver las tapas y en los medios online no importa de que guerra se esté librando o que crisis económica afecta a tal o cual país, importa la rodilla de Messi, la novia de Ronaldo y la nueva cirugía de alguna vedette o pelea dentro de la casa de gran hermano. Como dice la nota que me llevó a leerla y los comentarios con buen humor "finamente gasificado" diría un amigo y colega. POR TODO LO ANTERIOR (LA CALIDAD) HA DESAPARECIDO. La culpa es de lo chabacano como decimos en Argentina, el no pagar e internet también claro) Que pena

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