sábado, 15 de junio de 2013

Viaje al país de Rabelais


El camino desde Orleans hacia Chinon, a lo largo del Loira y de algunos de sus afluentes, permite adentrarse en la Turena. Estamos en el corazón del "Jardín de Francia", donde, entre castillos, bosques y viñedos, se ha escrito buena parte de la historia francesa. Y también de su mejor literatura.



          El camino desde Orleans hacia Chinon, en sentido contrario, lo describe François Rabelais (¿1494?-1553) al narrar el viaje que el gigante Gargantúa realiza a París para iniciar sus estudios. Es la primera pista de que nos adentramos en la Rabelaisie, el "país de Rabelais", una comarca íntima, mínima en extensión pero inmensa en la memoria cultural y literaria de los franceses. Aquí, en los alrededores de Chinon, no se encuentran los grandes castillos palaciegos de Chambord, Cheverny o Amboise, pero sí los de Villandry, Langeais y Azay-le-Rideau, en los alrededores de los cuales Rabelais imagina algunas de las aventuras de sus personajes.



            Para revivirlas en la actualidad hay que seguir un camino más pegado a la tierra que a los palacios, donde hay más viñedos y campos de coles que tapices y vidrieras, siguiendo carreteras secundarias, poco transitadas. Chinon, a orillas del Vienne, es el lugar donde iniciar las pesquisas que nos llevarán tras los pasos de Gargantúa y nos harán revivir las escenas más llamativas de las "Guerras Picrocholinas", descritas con verbo maestro por Rabelais en uno de sus libros más famosos, La vida horripilante del gran Gargantúa, padre de Pantagruel



Chinon conserva su aspecto de ciudad antigua, y hay momentos en que quieres pensar, sin razón, que no es muy diferente del que debió de tener en los tiempos en que Rabelais paseó por sus calles. Para entonces ya era una leyenda aceptada el que Ricardo Corazón de León había muerto en 1199 en esta villa, en el mismo edificio que ahora ocupa el Musée du Vieux Chinon. Y eran muy recientes las peripecias que Juana de Arco. En su castillo tuvo lugar la famosa escena en la que identificó al Delfín que se había disfrazado entre los cortesanos para poner a prueba a la doncella de Orleans. 



Ahora, el nombre de Rabelais y el de sus personajes literarios aparece con frecuencia en las muestras de tiendas, hoteles y restaurantes. Una placa, en la rue de la Lamproie, recuerda el lugar en el que estuvo su casa familiar, mientras que una estatua le honra a orillas del río. En las cuevas excavadas en los precipicios cercanos —algunas de ellas pueden visitarse— envejecen los buenos vinos de Chinon, tan caros a Rabelais y a sus personajes.



        A una decena de kilómetros de Chinon, Seuilly es el verdadero corazón de la Rabelaisie. En una salceda que se encuentra a medio camino nació Gargantúa, y se cree que también el propio Rabelais si su madre no llegara a tiempo a parir a la Devinière, la casa solariega de la familia. 


       Visitarla es sumergirse, de golpe, en el sigo XVI, pero también en la literatura ya que esta casona se trastroca en el castillo de Grandgousier, el padre de Gargantúa. En los viñedos que la circundan se produjo el episodio que desencadenó las Guerras Picrocholinas entre Grandgousier y Picrochole, cuyos incidentes forman ahora un itinerario turístico perfectamente marcado que se puede seguir en bicicleta. 



A unos centenares de metros se levanta la abadía, donde Rabelais recibió sus primeras clases. Este recinto fue atacado por un ejército de Picrochole y defendido por el monje Jean de Entommeures, lo que da lugar a una de las descripciones más arrolladoras del libro. 

Para seguir este circuito hay que llegarse a Lerné, un pueblo cercano en el que se encontraba el Capitolio, la fortaleza de Picrochole, y descubrir que el castillo de Maulèvrier conserva todavía algunos restos del siglo XV. Aquí hay que visitar la iglesia de Ste. Némoise, una santa que tiene una pata de oca en lugar de pierna. En esta zona se encuentran las que probablemente sean las viñas más antiguas de Europa, anteriores a la filoxera. 



Otras batallas se desarrollan en el castillo de La Roche-Clermault, tomado por Picrochole, y en el vado de Vède. El castillo fue reconquistado por Gargantúa, que vuelve aprisa de París al enterarse por su padre de la invasión de su reino. Aguas arriba del Vienne se llega a L'Ile-Bouchard, donde Picrochole, vencido y colérico, mató a su propio caballo. Luego cruzó el Indre por Port-Huaux, cerca de Azay-le-Rideau. 

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En cualquier recodo del camino hay que detenerse, visitar una cueva convertida en bodega, hojear los libros de nuestro guía y preguntarse qué ha cambiado y que permanece en el paisaje después de cinco siglos. Todo para recordar a este eclesiástico que vivía en concubinato, a este humanista que estudiaba a los clásicos y viajaba continuamente. Y gozaba de lo que podía. En algún momento hay que hacerle caso y obedecer esa orden que está escrita en una de las paredes de su casa: “trincket!”. ¡Bebe de la botella que está completamente llena de misterios!






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