A la espalda de Llanes apenas hay llano. Esto no es un
juego de palabras, es que la sierra surge enseguida y aquí, en el oriente de
Asturias, en un suspiro se pasa del mar a la montaña.
La sierra de Cuera es el telón de fondo de esta villa marinera, lo que permite
cambiar de aires con una facilidad pasmosa. Así, en cuanto me alejé de la costa
muy pocos kilómetros ya me sentí en un espacio diferente.
Al pie de la sierra de Cuera, justo allí donde no sabría
decir si todavía estaba cerca del mar o si ya había empezado a subir la
montaña, hay un lugar para buscar la memoria de esta comarca: el Museo Etnográfico del Oriente de Asturias. Está en el barrio de Llacín, en el pueblo de Porrúa,
en el concejo de Llanes. Es uno de esos museos modestos, de los que no tienen
obras de arte, pero que cada vez me gustan más porque hablan de vida, de formas
de vida, de historias mínimas, de historias de todos los días que se han
desarrollado a lo largo de los siglos: hay una finca, unas casas, un hórreo,
prados, nogales, manzanos, fresnos… La casa es un edificio que ha ido creciendo
con el tiempo —entre los siglos XVIII y XIX— formando dos hileras paralelas.
Entré y fue como dar un salto al pasado. Me pareció que podía
asomarme a la vida que se desarrolló aquí, entre estas paredes, en esta cocina,
en estos cuartos, en este lagar, en este almacén. La vida que se desarrollaba
en estos campos, en unas determinadas condiciones.
Aprendí por qué las paredes
que dan al oeste son ciegas (de allí viene el viento y la lluvia) o que los
corredores existen desde hace pocos siglos (desde que hay maíz que secar). Y
que los hórreos son considerados bienes muebles (se pueden desarmar, trasladar
y volver a armar en otra finca) dependiendo de ventas, particiones de tierras,
etc. Al lado de esta Casa de Llacín hay un inmenso aguacatero, plantado hace
más de cien años con una pepita traída de México. Algo muy propio de una tierra
de indianos.
Una carretera se adentra en lo profundo de la sierra de
Cuera. La tomé y en dos pasos ya estaba de verdad en la montaña: la línea
horizontal desaparece al instante y todo son cuestas de vértigo, roquedales
calizos, bosques oscuros y un río que culebrea al fondo. Imagino que en estos
prados el único partido de fútbol que se jugó terminó a los dos minutos por
abandono del recogepelotas que veía adónde tenían que bajar para recuperar el
balón.
Hay historias que te cuentan en estas alturas que no son
amables. Recuerdos de la Guerra Civil, de bombardeos. En El Mazucu, en cuya
ermita la campana está hecha con un obús que no explotó, oí una frase que nunca
había oído: “Aquí la Guerra acabó en 1937”. Y es verdad. La posguerra fue otra
cosa. También me hablaron de lobos y que la cosa está tranquila en los últimos
años. Ahí están contentos, aunque dejarán de estarlo en cuanto los vuelvan a
sentirlos cerca.
Justo en El Mazucu hay un collado y la carretera empieza
a bajar por la otra ladera. Enseguida se llega a Caldueñín. Desde este pueblo fui
caminando hasta una cueva que aparece a pocos metros y en el camino pasé al
lado de un corzo, que se alejó con pocas prisas. De esta cueva sale el río
Navalcabrero, y me dijeron que este río nace en la otra vertiente pero se pierde
en una cueva, La Aguañaz, cerca de El Mazucu, para atravesar quién sabe que
laberintos en la montaña hasta surgir de nuevo. En esta cueva se escondían los
paisanos con su ganado durante la guerra. Agua no les faltaba. De lo demás,
casi todo.
Estas tierras, estos bosques, estas montañas, están
pobladas de personajes que no existen. O tal vez sí, quién sabe. Trasgos,
cuélebres, xanas y tantos otros seres que nos hablan de la relación de los
campesinos con el mundo. En el valle de Ardisana, al pie del monte Hibeo, está
el Camín Encantáu, un itinerario que nos descubre esta forma de
tradicional de pensamiento en la que se personifica a la naturaleza —a los
bosques, a la lluvia, a los relámpagos— y permite una relación con ella. Esta
ruta circular de nueve kilómetros nos lleva por el campo, por senderos entre el
bosque, descubriendo personajes de la mitología asturiana. Que no existen. O
tal vez sí, quién sabe.
La carretera se adentra en la sierra, la atraviesa y se
llega a la vertiente sur de Cuera. Este valle de Cueto de Abajo separa la
sierra de los Picos de Europa. Quiero adentrarme en esas alturas poco a poco, y
lo mejor es terminar este día en Asiegu, una aldea colgada de la sierra de
Cuera y desde donde se tiene uno de las mejores vistas de Picos. Allí lejos se
distingue el Urriellu, el Naranjo de Bulnes, la montaña mítica.
Asiegu es un lugar a tener en cuenta. Entre otras cosas
porque allí se puede seguir la Rutal’Quesu y la Sidra, un proyecto que
permite conocer la vida de las comunidades que han vivido en estos montes desde
hace siglos. Al seguirla te explican cómo se explotan los prados comunales de
los puertos, cómo se hace el queso de Cabrales, cómo se elabora la sidra… La
vida tradicional, que no es otra cosa que aprovechar lo que existe y permitir
que siga existiendo. Adaptándose al medio.
La tarde se escurre tomando unos culines de sidra en el
chigre de Asiegu, y la conversación salta de tema en tema. Se habla de manzanas
y de cabras, de sidra y de queso, claro, pero también de otras cosas. De vivir
la tierra, de aprovechar lo que nos protegieron nuestros mayores, de las nuevas
tecnologías. Y de los celiacos. Hay que saber que aquí, en esta aldea colgada
de las laderas de la sierra de Cuera, está el primer restaurante de España en
el que absolutamente toda la carta es apta para celiacos. Esta sidrería, que
parece anclada en el tiempo, está a la vanguardia en cosas importantes.
P.D. Dos alojamientos en la zona: Arredondo, una casona del siglo XVIII perfectamente rehabilitada
en una finca en mitad del campo. Está en Celorio, a 10 minutos en coche de
Llanes. Cuando te imaginas una casona asturiana puede que, sin saberlo, est és pensando en algo parecido a este hotel rural. Es de esos
sitios en los que de repente te dan ganas de coger un libro, arrellanarte en un
sillón y olvidarte del resto del mundo. Muy diferente es Casa de la Montaña, en Avín, un alojamiento que empezó hace muchos años como
albergue y ha ido evolucionando con el tiempo hasta alcanzar su carácter
especial. Aquí, como hables un rato con Tato, acabas con mil ideas de
excursiones, caminatas, exploraciones y descubrimientos. Conoce a todo el mundo
de la zona y cada camino que la atraviesa. Si quieres un guía de la comarca ya
lo has encontrado.
¡Qué lugar tan interesante! Me gustaría visitarlo algún día. Todas las fotos de los lugares se ven increíblemente bien. Me gustó en particular la foto de las grutas, y la historia del río que pasa por allí, es fascinante.
ResponderEliminarUn saludo.
me encanta muy lindo el lugar.
ResponderEliminarAsturias lugar hermoso si los ahí, son increibles esas fotos espero poder recorrerlo pronto, recomiendo esta opción www.bestday.com.ar con excelentes opciones para viajar.
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